Opinión

Sánchez, pobre víctima

Desde que Sánchez es presidente de Gobierno la política española es de lo más entretenido, sorprendiendo a la sociedad española, incluso, cuando parece imposible que suceda algo que supere a lo anterior. Después del volantazo en el asunto del Sáhara y del espionaje a los independentistas, amaneció la semana con la intrigante historia del pinchazo telefónico al mismísimo presidente del Gobierno.

El anuncio de la catástrofe en materia de seguridad, sin pasar por la comisión de secretos del Congreso e informando unos minutos antes a su socio de gobierno, es más propio de un país bananero que de una democracia occidental.

La mayoría de analistas han dejado entrever ciertos reparos acerca de la motivación del anuncio y buena parte de la sociedad se ha mostrado escéptica. Pero lo que quería conseguir Sánchez solo es interpretable conociendo su personalidad. Quería generar la duda, es su modus operandi, y lo ha conseguido. Además, le ha fastidiado el protagonismo a Díaz Ayuso que disfrutaba de su día. Si la revelación es una cuestión que afecta a la credibilidad internacional del Estado no era lo relevante.

Lo importante es que ha enturbiado el asunto de los independentistas. Ahora, se ha convertido en un tema de bloques ideológicos: o crees a los separatistas y a la derecha rancia o estás con la auténtica fe, debes elegir bando.

A Sánchez le gusta jugar en el alambre, lo hace bien. Cuando parece que se va a caer, maniobra y vuelve a mantener el equilibrio, pero tanto va el cántaro a la fuente que termina por romperse y el ilusionismo va estando infravalorado.

En la catástrofe que se espera en Andalucía intentará pasar desapercibido si Vox es, finalmente, la estrella mediática. En cuanto al resto, la preocupación de los presidentes y candidatos autonómicos es obvia ya que Sánchez está arriesgando lo de todos.

El botón de muestra es Madrid, donde el mermado Partido Socialista está hundido y disuelto en una oposición anodina. Los alcaldes madrileños no consiguen anclarse y les arrastra la ola nacional. En el resto de comunidades lo fían todo a que los presidentes regionales consigan frenar el terremoto.

Por lo demás, todo bajo control. Pagará los platos rotos la dirección del CNI, ya en tiempo de descuento y, aunque Sánchez no escapará ileso de esta, al menos tiene un discurso al que agarrarse. Nuevamente se pide el papel de víctima.