Partido Popular
Geometría de la tormenta
Un día después de que el Gobierno llame mangantes a los diputados del PP, de Vox y de Ciudadanos, ese mismo gobierno tiene que tirar de ellos para sacar adelante leyes
Patricia celebra que por fin se contemple el dolor menstrual, intenso, paralizante, imposible de gestionar sin química, como causa de baja laboral desde el primer día y por tiempo ilimitado. Tiene dudas sobre si es cuestión de igualdad o de salud, aunque se inclina a la segunda. Pero tampoco entiende muy bien el mensaje de quienes dicen que estigmatiza a la mujer. Quizá es porque si se abre esa puerta a la singularidad femenina hay quien se piense no contratar a mujeres por temor a ausencias periódicas, lo que sí podría ser una desconsideración antifeminista. Pero eso no es un estigma, sino una realidad social. Ella sufre de vez en cuando dolores intensos que la obligan a encogerse y aguantar. No todos los meses, es aleatorio, pero lo padece con demasiada frecuencia. Por eso celebra algo que contribuirá a su alivio en días complicados.
Visto en perspectiva, el asunto le parece a Patricia que tiene una derivada interesante, en la línea de lo que este país padece con un Gobierno que no termina de casar sus intenciones ni con la disciplina institucional del ejercicio del poder. Ministras que opinan que esto es un avance y ministras que o se callan, o afirman que algo que señale así a la mujer no es una buena idea.
Se superpone este desencuentro al último entre los socios de gobierno, ahora a cuenta de lo de la infección de Pegasus y la exigencia de cabezas cortadas que abarca desde Podemos hasta la CUP. Todos quieren la de Margarita, hasta quienes se sientan con ella en el Consejo de Ministros. Antes fue la OTAN, las armas a Ucrania, la Monarquía, la vivienda… Hay un rosario de desencuentros que afectan a cuestiones clave para la política y el Estado que, no obstante, no parecen haber abierto la más mínima grieta en la coalición de gobierno. Al menos en público. Ni uno provoca crisis ni los otros se van.
Piensa Patricia que es fácil entender por qué: se necesitan para sobrevivir. Sánchez como primer ministro, Podemos como partido.
Ambos están arriesgando, aunque probablemente quien más lo haga sea Sánchez, que al caos le llama geometría variable y a su política parlamentaria de salto de mata, gestión de la diversidad parlamentaria. Bueno, esto último no se lo ha oído nunca, pero probablemente él lo vea así.
Escucha en la radio cómo un día después de que el Gobierno llame mangantes, cobardes y frustrados a los diputados del PP, de Vox y de Ciudadanos, ese mismo gobierno tiene que tirar de ellos para sacar adelante leyes de tanto calado como la de Seguridad Nacional, porque sus aliados se la querían devolver a los corrales. En unos días se volverá a vivir algo parecido cuando se ponga en marcha, con el impulso de los independentistas amigos pero también los socios del PSOE en el gobierno, una comisión para seguir dando la matraca con lo de los servicios secretos, las cloacas y demás escenarios de tétrica oscuridad en que esa izquierda indocumentada sitúa a los servicios secretos. ¿Es que no entienden que secretos quiere decir secretos? La oscuridad en la que ellos perciben aromas de alcantarilla y sonidos de salpicadura de aguas fecales, se parece más, en realidad, a la silenciosa y limpia del laboratorio de revelado fotográfico. La confusión, cree Patricia, es intencionada, no pueden ser tan bobos como para no entenderlo.
Vuelve Adriana Lastra a ejercer el faltonismo contra el PP llamándoles trincones, de tramas y trampas, como si no viera o no quisiera ver que acaso tenga que tragarse esas palabras en unos pocos días. Lo ve en la tele Patricia y piensa en la cortedad de miras de un partido socialista que cuando aún queda legislatura suficiente como para deberle más de un favor a la oposición y algún reproche a los aliados, sigue apalancado en la dialéctica tabernaria más áspera e inútil. Debe ser, concluye, que nos toman por idiotas. Y, desde luego, que conocen poco cómo en este país se pone en valor la mesura por encima del estrépito. El centro pesa mucho más de lo que el PSOE actual es capaz de calibrar. Feijóo lo ha visto y esa es su baza. El despropósito de un gobierno que convierte a la oposición en su apoyo o su pieza de tiro, según sople el viento y actúen sus aliados, es un lastre para una izquierda que sigue sin encontrar su sitio y un partido socialista que está dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de que no se lo quiten. Variable no es la geometría, variable y suicida es el rumbo inestable, los bandazos a babor y a estribor del comandante de una nave que en plena tormenta perfecta parece seguir decidido a salir del paso mientras desde la bodega los colegas no hacen más que abrirle vías de agua que tiene que venir a taparle el enemigo.
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