Casa Real

La saga/fuga de J.C. y el realismo mágico gallego

«No lo sabemos, no, no lo sabemos», pero habrá mil versiones y más interpretaciones de lo que ocurrió en la reunión, incómoda, de reyes en la Zarzuela.

Gonzalo Torrente Ballester (1910-1999), el gallego, gran autor del realismo mágico español, empezó con un «no lo sabemos, no, no lo sabemos/ni lo sabremos nunca», la «balada incompleta y probablemente apócrifa del santo cuerpo iluminado», al principio de su mejor novela «La saga/fuga de J.B.». Para muchos, es más conocido por la novela «Los gozos y las sombras», adaptada a una serie de éxito en televisión, que protagonizó Charo López. «La saga/fuga», sin embargo, es muy superior, un derroche de imaginación, de oficio y técnica narrativa. Cuenta la historia J.B., José Bastida, bueno, de los sucesivos J.B., unos Bastida, pero otros Barallobre, Bendaña o Bastideira. Todo ocurre en Castroforte de Baralla, localidad, quizá no muy lejana de Sanxenxo, que tiene la particularidad de que levita cuando sus vecinos se cabrean y deja temporalmente un gran agujero en el suelo. Realismo mágico gallego, primo del de García Márquez.

«No lo sabemos, no, no lo sabemos», pero habrá mil versiones y más interpretaciones de lo que ocurrió en la reunión, incómoda, de reyes en la Zarzuela. Felipe VI y su padre, Juan Carlos I, J.C., cara a cara durante –dicen– cuatro horas. Luego, almuerzo familiar, «asuntos de familia», también sin detalles, todo perfecto para estimular la imaginación y el realismo mágico. Todo también, mientras Pedro Sánchez viajaba a Davos (Suiza), uno de los sancta santorums del capitalismo moderno, en busca de inversores y para demostrar sus habilidades –que las tiene, y muchas– en los foros internacionales, en inglés, «of course». Sánchez se ahorró así criticar al emérito, algo que quedó a sus ministros –no de Unidas Podemos–, que insistieron en que don Juan Carlos «ha perdido la oportunidad de explicarse». El inquilino de la Moncloa también dejó ayer en Madrid a su vicepresidenta primera, Nadia Calviño, –que era quien debería haberle acompañado– para que presida el Consejo de Ministros de hoy y evitar que lo hiciera la «vice» dos, Yolanda Díaz. Nadie sabe qué hubiera ocurrido, además, de cumplirse, aunque fuera por un día, aquello que dijo Iván Redondo, de que podría ser presidenta. La visita del rey emérito, que debería poder vivir en España sin que nadie se rasgue las vestiduras, deja más incógnitas que certezas. Hay un asunto de Estado mal cerrado y otro, de familia, pendiente de arreglo y que, a falta de más datos, fomenta historias de realismo mágico, porque «no lo sabemos, no», pero habrá muchas versiones y demasiadas apócrifas. La saga/fuga de J.C. y realismo mágico gallego y español, ¿o no?