Alberto Garzón
De profesión: activista
Basta recordarle cómo nunca ha dedicado un solo epíteto a Pujol, gran defraudador del fisco. anta actividad verbal del ministrín, y qué mudito ha estado siempre con ese tema.
Una de las definiciones más pretenciosas, de moda en nuestros tiempos, es la de aquellos que se autoproclaman «activistas». En la medida que esa designación va relacionada con el concepto de actividades, no sobraría que los que así se autobautizan tuvieran a bien explicarnos a cuál de ellas en concreto se refieren. Eso nunca consiguen aclararlo del todo, pero enseguida queda claro que no trabajan demasiado. Un activista es, por ejemplo, aquel que se pasa el día quejándose de todo lo que haga Don Juan Carlos, sea una cosa o la contraria. Si se va fuera, porque se va fuera; si vuelve, porque vuelve. Las frases favoritas del activista son que todo es un escándalo y una vergüenza. En otras épocas más primitivas se les llamaba «agitadores» y eran perseguidos. Ahora ya sabemos que no vale la pena molestarse por esas bobadas: el sueño húmedo de cualquier activista es que lo repriman.
Lo curioso es que los activistas en realidad son pocos, pero hacen mucho ruido porque su obsesión permanente es visibilizarse como sea; y para ello el mundo actual de tertulias y twitters favorece su compulsión. Así, números en mano, los sondeos muestran que los españoles no andan muy preocupados por Don Juan Carlos. No les parece bien que se haya metido en líos financieros, pero como había demostrado su punto aventurero, no ha extrañado tanto lo de las rubias que le pierden. La informalidad –que de joven resultaba moderna en el monarca de un país que se quería insurgente– parece que ahora molesta en un abuelo.
Esa visión popular, estadísticamente innegable, el activista la ignora voluntariamente y eso le delata. Vean qué fácil es sacarle los colores a Alberto Garzón, como en tantas de sus cosas, cuando se rasga las vestiduras. Basta recordarle cómo nunca ha dedicado un solo epíteto a Pujol, gran defraudador del fisco. Tanta actividad verbal del ministrín, y qué mudito ha estado siempre con ese tema.
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