Sociedad

Insultos

La violencia verbal también es insoportable. No por verbal deja de ser una «violencia» real, no es cierto que no haga daño o que no tenga consecuencias.

Quien llama «nazi, fascista, ultraderechista» a su supuesto enemigo, contrincante ideológico o variados etcéteras, con proferir tales insultos ya se siente legitimado para acabar con su oponente, para exterminarlo verbalmente (de momento). La violencia verbal también es insoportable. No por verbal deja de ser una «violencia» real, no es cierto que no haga daño o que no tenga consecuencias. Las palabras causan un dolor tan terrible como los porrazos, las heridas, las contusiones. Producen lesiones a largo plazo, porque golpean la autoestima, destrozan el alma. Muchos están convirtiendo la estremecedora palabra «nazi» en un emoticono superficial, pero no lo es. Su significado es aterrador, y con tanto manosearla no la van a rebajar de sustancia, peso histórico, honda trascendencia.

Quienes usan la calificación de «fascista» con denigrante ligereza solo buscan una excusa para agredir con total impunidad (a la manera fascista, por cierto) a quienes no piensan como ellos. Los términos «nazi», «extrema derecha», «fascismo»…, se han banalizado temerariamente. Nótese además que en poco más de una década hemos pasado de «la derecha extrema», que decía Zapatero, a la «extrema derecha», prueba de que se ha extremado la idea, si ello fuera posible. Que lo es. Lo curioso es que muchos extremistas, por ejemplo nacionalistas (tan duros como disparatados, trasroscados de apretar, pisoteando, la senda de los negocios propios de su ensoñación, crematística más que ideal…), se encuentran muy cercanos a ese facherío contra el que vociferan, pese a atacar constantemente con las piedras verbales de «nazi, ultraderecha, facha», etc. Esta espantosa costumbre del insulto hiperbólico se traduce en barbarie política (rudos agravios entre políticos en Twitter), y de todo tipo (acosos, boicots, agresiones físicas en la universidad…).

Pero así, ¿hacia dónde vamos? Ya basta de calificar frívolamente como «nazi» a cualquiera. Basta de usar ese lenguaje, que es el mismo que utilizan Putin y su señora. Ya vale de incultura y salvajismo. Dos guerras mundiales, una tercera en marcha…, y todavía hay quien sigue de vuelta a las cavernas en vez de leer un poco y hacer una educativa visita a Auschwitz.