
Opinión
El caso «Heard vs. Depp»
El caso «Heard vs. Depp» va camino de convertirse desde el punto de vista político y mediático –que no estrictamente judicial– en una auténtica referencia a nivel mundial en relación con la agenda del movimiento «feminista» en favor de una efectiva igualdad entre el hombre y la mujer. Esa igualdad está reconocida en nuestra Constitución en su artículo 14: «Los españoles son iguales ante la ley sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión, o cualquier otra condición o circunstancia personal o social».
Se puede afirmar más alto pero no más claro, si bien es una conquista que, para hacerla plenamente realidad en la sociedad, hay que batallarla cada día. Lo que garantiza la Carta Magna es la igualdad jurídica, que ha dado lugar a una muy amplia jurisprudencia nacional e internacional para precisar y distinguir la igualdad material, la formal, de trato, ante la ley; el Principio general de igualdad; la discriminación directa, la indirecta; la desigualdad…
Hasta aquí ha existido una clara línea de continuidad en la lucha por conquistar esa efectiva igualdad en Occidente, con sus variaciones en función de la ideología de los sucesivos regímenes y Gobiernos que se han sucedido a lo largo de la Historia en los diferentes países, pero sin cuestionar el concepto de «sexo», como recoge nuestra Constitución, pues no era necesario precisar que la biología determinaba al ser humano como hombre o mujer. Pero en este siglo XXI, y cual una consigna mundial, en todo Occidente ha emergido la ideología de género, negando que la biología determine el género –masculino o femenino–, para pasar a ser indeterminado y variable en función del «gusto del consumidor»; es decir, de la orientación o atracción sexual de cada persona, que además puede variar a lo largo del tiempo.
En España el Ministerio de Igualdad actúa como un organismo gubernamental sanchista que promueve imponer legalmente la ideología LGBTIQ+ hasta el punto que es la única que en una democracia es de obligada aceptación y su oposición está tipificada como una conducta homófoba, como delito de odio en el Código Penal. Es la dictadura totalitaria del relativismo, expresión genuina del neomarxismo cultural que ha convertido al hombre en un presunto violador o, cuando menos, maltratador de la mujer si es denunciado por ésta, salvo que acredite su inocencia. De momento, Johnny Depp lo ha podido demostrar frente a Amber Heard.
Una ingeniería social programada por la Agenda 2030 en su ejecución y desarrollo al servicio de un globalismo autocrático.
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