Libros

En la Feria

Los agoreros que llevan años cantando el gorigori a los periódicos de papel y a los libros de papel, ante el empuje de la era digital, tendrán que esperar

No sé si lleva razón Vicente Espinel y los libros hacen libre al que los quiere, pero, si esto es así, España es un país libre o, por lo menos, amante de la libertad, a juzgar por lo que vi el domingo por la mañana en la Feria del Libro de Madrid. Había tal aglomeración de curiosos en el ancho paseo de las casetas, gentes de toda edad y condición, que a duras penas se podía dar un paso. En los puntos en que firmaba un famoso, era preciso un ardoroso forcejeo descarado para seguir adelante. Fue un auténtico baño de multitudes entre ríos de tinta. En el Retiro florecían las letras entre los magnolios, lejos de la política. Es verdad que era domingo y hacía un día espléndido, soportablemente caluroso, pero yo nunca había visto tanta gente en la Feria. Era como un estallido de libertad tras la pandemia y el fracaso otoñal del año pasado, cuando el covid aún se agarraba al alma como una garrapata.

Cuando por fin alcancé la caseta de Pepitas donde yo iba a instalarme un par de horas, se me acercó un hombrecillo mayor con mi libro en la mano para que se lo firmara. «Soy de Fuentebella», me dijo a modo de saludo. Fuentebella es un pueblo despoblado, vecino del mío, al pie de la Alcarama. Durante mi infancia, entre los dos pueblos hubo un enfrentamiento por unos terrenos que duró años y años de enemistad y que se conoció como «el pleito de Fuentebella». Víctor, el librero, me dijo al oído: «Este hombre lleva más de una hora esperando». Y me emocioné. De niño supe que en la casa de los campesinos había pocos libros, pero que un libro era allí un tesoro. Eso, pobre de mí, se me quedó grabado para siempre. Me parece que lleva razón Julián Barnes y «los libros dan sentido a la vida».

Lo que quiero decir es que este año la Feria del Libro va muy bien. Eso me dicen los libreros. Yo he visto con mis propios ojos el desbordamiento del público en el Retiro, lo que me parece una buena señal. No está todo perdido. Los agoreros que llevan años cantando el gorigori a los periódicos de papel y a los libros de papel, ante el empuje de la era digital, tendrán que esperar. Los libros, dice Borges, son tan parte de uno como ese rostro de sienes grises y de grises ojos. Uno de los libros que he firmado en la Feria ha sido para mi nieto Lope, que acaba de cumplir dos meses.