Política

El rey midas

La alternativa a su Gobierno es exactamente lo contrario de lo que él desearía en estos momentos y, por eso, como él mismo ha confesado en sede parlamentaria, le estorba tanto

Dice la mitología que cuando Midas llevó a Sileno ante Dioniso, éste, encantado de haber recuperado a su viejo ayo, decidió otorgarle el don de convertir en oro todo lo que tocase. Una facultad inversa a la que Frankenstein, que es un monstruo y no un dios, le confirió a Pedro Sánchez, consistente en convertir en pobreza y discordia todo a lo que aludiese. Una facultad gracias a la que, un día el Gobierno regula las sobras de los restaurantes, y al día siguiente la OCDE le devuelve las sobras de sus previsiones macroeconómicas, revisando a la baja el crecimiento y alertando de la incertidumbre, la elevada inflación y la ralentización de la demanda externa de la economía española. Un don por el que una mañana Pedro Sánchez da explicaciones en el Congreso sobre el giro del Gobierno con Marruecos, y por la tarde Argelia da por roto el Tratado de Amistad y Cooperación con España y prohíbe de raíz las transacciones comerciales entre ambos países. Y una razón que explica que el mismo Gobierno que anuncia la creación de un Observatorio Global del español, que estará en La Rioja, con un presupuesto inicial de 3,9 millones de euros, se mantenga silente y pasivo con los partidos coaligados votando a favor ante la aprobación de la ley que certifica el incumplimiento de una resolución judicial del TSJC que obliga a la impartición curricular de un 25 % de clases en castellano. Es lo que pasa cuando tienes la economía hecha unos zorros, con las familias empobreciéndose por culpa de la inflación y el Gobierno enriqueciéndose por su incapacidad ideológica para bajar los impuestos. Es lo que acontece cuando se negocia a oscuras con un país, después de encresparle por el tratamiento médico a un líder saharaui, y tras la sustracción de vete tú a saber qué datos del móvil del Presidente, sustituyendo una posición histórica y consensuada por lo que parece el sometimiento a un chantaje, poniendo en peligro el suministro de gas argelino y no sabemos cuántas cosas más. Y es lo que sucede cuando tienes como socios a partidos que promueven el incumplimiento de las leyes por culpa de supremacismos territoriales y lingüísticos que no solo son contrarios a la Constitución sino a la misma idea de tolerancia y civilización. No parece fácil que nuestro remedo de Rey Midas pueda solucionar el terrible enigma al que se enfrenta, que como dijo el líder de la oposición, no consiste en gobernar, sino simplemente en resistir, porque la única fórmula que tiene en mente, aparte de ir satisfaciendo necesidades aritméticas de carácter cortoplacista, consiste en movilizar a los votantes que le queden a través de los socorridos trucos de polarización de la izquierda, que, como reveló un micrófono de ambiente en una no muy lejana ocasión, es algo que se consigue a base de tensionar y exagerar. Un plan que, para desgracia del sanchismo, depende de que enfrente alguien acepte el duelo de la crispación mutua asegurada. Alguien que no se defina como oposición de Estado, que no ofrezca pactos para salir de la crisis y que en lugar de afrontar los debates sobre las preocupaciones reales de los ciudadanos prefiera envestir los trapos rojos recurrentes que tanto gustan a la izquierda radicalizada. Pero la suerte es que la alternativa a su Gobierno es exactamente lo contrario de lo que él desearía en estos momentos y, por eso, como él mismo ha confesado en sede parlamentaria, le estorba tanto. Le estorba como a cualquiera que no cree en las reglas del juego y se las salta en cuanto puede.