Mónica Oltra

Todo para el pueblo...

La huida hacia adelante, con final de forzada dimisión, solo se entiende bajo el prisma de esa desconexión sistémica de algunos cargos con lo que sucede fuera de su despacho

«Que la realidad no te estropee un buen titular» se ha consolidado como un axioma de los abusos del periodismo, de una forma fraudulenta de asomarse al espacio de lo común, de conectar tramposamente lo que ocurre con lo que uno querría que ocurriera. Y, en una extensión que confunde y distorsiona la convivencia, pareciera que algunos políticos se han apropiado de ese truco de maquillaje readaptándolo a sus intereses y construyendo, para ello, una distancia abismal entre los hechos y sus interpretaciones. Paradigma de negación de la realidad. No hay que alejarse a un pasado remoto para encontrar surrealistas recreaciones teniendo a mano una resaca electoral tan difícil de digerir como la andaluza: un PSOE que pierde la hegemonía y en el que (supuestamente) no se escucha ninguna voz autocrítica pero que, en lugar de diagnosticar errores propios, minimiza éxitos ajenos con rocambolescas excusas («copyright» Lastra).

Un estilo de gestión que encapsula evidencias, mira para otro lado y elude obligadas reflexiones que evitan considerar a los ciudadanos como adultos capaces de elaborar y construir pensamientos racionales con sus premisas y sus conclusiones. Aunque, como ejercicio de irrealidad política, destaca el protagonizado por Mónica Oltra a lo largo de la última semana. Más allá de responsabilidades penales, que exceden el ámbito de esta columna y que solo pueden dirimirse en sede judicial, la huida hacia adelante, con final de forzada dimisión, solo se entiende bajo el prisma de esa desconexión sistémica de algunos cargos con lo que sucede fuera de su despacho. Un modo de estar en lo público, una suerte de «yo sé lo que es correcto y os conviene», aunque se caiga en la más absoluta de las incongruencias, en un ejercicio que se arroga una representación que supera lo que las urnas atribuyen y que es más propio de épocas pretéritas, de lejanos despotismos, aquello de... pero sin el pueblo.