Espacio
Una carrera espacial en la España vaciada
La provincia más despoblada de España atesora algunos de los mejores cielos de Europa continental para la observación del firmamento
El miércoles regresaré a Teruel con el alma encogida. Quiero unirme al acto de apoyo que la capital más pequeña de España ha convocado para postularse a sede de nuestra futura Agencia Espacial. El Gobierno ha prometido que la instalará lejos de Madrid, por aquello de descentralizar las instituciones y repartir mejor las oportunidades entre territorios. Y, de momento, seis plazas van a competir por recibirla: León, Sevilla, Puertollano, Tres Cantos, Robledo de Chavela y Teruel.
Mi congoja, sin embargo, no tiene que ver –o sí– con esta carrera, sino con algo que sucedió la semana pasada, cuando mi ciudad perdió en un accidente uno de sus símbolos identitarios: la columna de piedra que sostiene al pequeño toro de bronce que le da nombre. Su fuste se derrumbó durante las celebraciones del Congreso Nacional del Toro de Cuerda por la torpeza al desmontar las sogas que le habían atado. Desde hace ocho días la localidad se siente huérfana. Casi zombi. Y yo también lo estoy. El Torico es a los turolenses lo que la Cibeles a los madrileños. Y aunque el de Teruel sea un icono de factura mucho más modesta, no por ello representa algo menor. Por fuera es un astado de 55 kilos, de solo 45 cms. de cola a boca, colocado sobre una columna de siglo y medio de antigüedad, ubicado en el centro de una plaza que es el corazón mismo de la villa. Lo que queda de su pilastra se yergue sobre una fuente, y adherida a su base, todavía se lee lo que representa: «El toro y la estrella, símbolos de Teruel desde 1171, cuando Alfonso II el Casto tomó la ciudad a los moros». La suya es, por cierto, una historia que se remonta al encuentro que tuvo ese rey con un morlaco cuando se disponía a conquistar la ciudad. Aquel Alfonso, al que llamaban también el Trovador, tenía sus dudas, pero al ver que un astro empezó a moverse en el cielo al compás del animal, lo interpretó como un signo sobrenatural y dio la orden de atacar. Venció.
Suena a leyenda, lo sé. Pero me ha recordado algo importante: que mi tierra lleva más de ocho siglos vinculada a algo más que a un toro.
Y es que el Teruel que encontraré pasado mañana no tendrá su Torico, pero sí su estrella. O debería decir estrellas. La provincia más despoblada de España atesora algunos de los mejores cielos de Europa continental para la observación del firmamento. Veintiséis de sus pueblos poseen un certificado Starlight que lo acredita. Y, por si fuera poco, es también la sede del Centro de Estudios de Física del Cosmos (CEFCA), desde donde se administra el observatorio astronómico de Javalambre (OAJ), que dispone de la segunda cámara fotográfica estelar de más resolución del mundo. Se trata, por tanto, de un buen destino para la Agencia Espacial Española. Cumpliría con el propósito de distribuir trabajo y recursos a la España vaciada, y lo haría en un territorio que lleva décadas vinculándose, en forma y fondo, a la exploración del espacio.
El acto del miércoles –11h., en la Plaza de San Juan– será también una iniciativa del mundo de la cultura en apoyo de la justa distribución de la Ciencia. En Teruel, el asunto es un clamor. Allí se busca abrir un debate que ya se ha visto empañado por las declaraciones de la ministra de Hacienda María Jesús Montero, sevillana, que dejó ver en marzo su «preferencia obvia» por la capital hispalense para la Agencia. O la reciente reivindicación de la presidenta de la Comunidad de Madrid de instalarla en su territorio. Que la cuarta y la primera ciudad de España en PIB aspiren a una institución nacional más, cuando León (en el puesto 35 de esa lista), Ciudad Real (32) y Teruel (48) no disponen de ninguna, suena a abuso de poder.
Vaya por delante que lo mío no es la política. No sé nada de presupuestos ni de administración pública. Sin embargo, como nativo de esa España vaciada sí me veo en la obligación de defender la justicia de una candidatura como la turolense. En lo simbólico, lo repito, llevamos siglos vinculados al firmamento. En lo científico, disponemos de instalaciones de primer nivel, y este mes de julio incluso inauguraremos en Arcos de las Salinas (118 habitantes) un importante centro de difusión y práctica de la astronomía, «Galáctica», en el que se han invertido varios millones de euros. Y en lo aeroespacial, nuestro aeropuerto es ya un banco de pruebas para pequeños satélites de la ESA y ha visto cómo la primera startup española de este sector ensaya sus motores de combustible líquido para lanzar su primer cohete al espacio. Uno al que, por cierto, han llamado Mihura. ¡Hasta parece un guiño al pequeño Torico!
Ahora que lo pienso, quizá este encogimiento del alma se deba a que, como el rey Trovador, también yo he identificado una «señal divina» en la caída del Torico. Que ahora no esté en su columna, pequeño y orgulloso como siempre, ha dejado a Teruel a solas con su otro símbolo, la estrella. Es como si hubiera querido echarse a un lado para dejarle el protagonismo. Ojalá ese astro metafórico se empodere, crezca como símbolo superior al toro y consiga que, por fin, una institución de futuro se instale en la tierra que lleva a la España vaciada por bandera.
Javier Sierra es Premio Planeta de novela e Hijo Predilecto de Teruel.
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