Rusia

La invasión de Ucrania y el default ruso

Las guerras modernas no solo se libran en los campos de batalla, sino también en los mercados financieros

Hace unos días se conoció que Rusia había incumplido su obligación de pago de deuda soberana en moneda extranjera, concretamente de cien millones de dólares. La solvencia de Rusia se puso en duda desde el inicio de la invasión de Ucrania, ya que la guerra y las sanciones económicas impuestas por la comunidad internacional influirían negativamente, como así ha sido. El impago de la deuda soberana tan sólo ha sido una de sus previsibles consecuencias.

La suspensión de pagos de Rusia –default en terminología anglosajona– es la primera desde 1918, producida por la Revolución Bolchevique, y constituye una prueba de la delicada situación que atraviesa la economía rusa. Le obligará a refinanciar la deuda impagada y las nuevas condiciones de los acreedores serán, lógicamente, más adversas, dificultando y encareciendo así las sucesivas emisiones de deuda, o incluso impidiendo su acceso a los mercados internacionales.

Rusia es la undécima economía mundial por PIB, con 1,5 billones de euros, muy por detrás de las más importantes del mundo y solo un poco por delante de Italia y España. Sin embargo, al tener 150 millones de habitantes, su renta per cápita es tan solo de 10.300 euros, muy lejos de la media de la UE. Teniendo en cuenta que la Federación Rusa dedica al gasto militar un 4% de su PIB, el doble al que aspira la OTAN, concluiremos que la renta disponible del ruso medio es muy modesta.

El sector productivo de Rusia es relativamente primario, basado en la extracción y exportación de materias primas, fundamentalmente energéticas –petróleo y sobre todo gas– y no energéticas, alimentos y fertilizantes. Otras actividades extractivas son los metales, entre ellos, paladio, níquel, aluminio o titanio. El sector industrial ruso es considerable, pero sus exportaciones no alcanzan la relevancia de las materias primas.

Las exportaciones rusas a la UE constituyen el 45% del total, sobre todo petróleo y gas, mientras que las exportaciones europeas a Rusia sólo suponen el 4,5 %, por ello, la interrupción de las relaciones comerciales con Occidente le está suponiendo un gran quebranto económico, aunque la dependencia europea del gas ruso es un importante inconveniente, especialmente para los países centroeuropeos.

Parte de las pérdidas que está sufriendo Rusia como consecuencia de las sanciones económicas, las compensará con incrementos de sus relaciones comerciales con terceros países, como los llamados BRICS, Brasil, India, China y Sudáfrica, o con los países ribereños del Mar Caspio, Irán, Kazajistán, Azerbaiyán y Turkmenistán, a cuya Cumbre celebrada recientemente en Ashjabad, capital turkmena, se desplazó Putin, en inequívoca señal de la importancia que le concede a las relaciones con dichos países.

El impacto económico de la guerra y las sanciones está siendo significativo. Destacados analistas prevén que el PIB ruso disminuirá este año un 10%, suponiendo un deterioro económico similar al que sufrió España en 2020 por el COVID.

El considerable despliegue de unidades militares rusas en Ucrania está suponiendo enormes gastos y cuantiosas pérdidas materiales, necesitando realizar un formidable esfuerzo logístico. Por otra parte, la suspensión de sus relaciones comerciales con Occidente y el consecuente éxodo de numerosas empresas extranjeras que operaban en Rusia, generan un evidente efecto negativo para su economía, que debilita enormemente el potencial económico indispensable para la guerra.

La demanda interna está cayendo apreciablemente, la inversión extranjera está desapareciendo, desde luego la occidental, y la inflación está disparada a casi un 20%. En estas condiciones los beneficios empresariales decrecen, en los casos que existan, porque muchas empresas están incurriendo en pérdidas, las declaraciones de quiebra están creciendo, sobre todo de filiales occidentales, e incluso otras, cierran sin más. Los impagos de salarios, habitualmente altos en Rusia, están aumentando significativamente y el desempleo crece paulatinamente.

Las sanciones económicas se han visto reflejadas también en la actividad financiera, prohibiéndose el acceso de los bancos rusos al sistema internacional de transacciones SWIFT, con grave perjuicio para ellos, hasta el punto que las acciones de los bancos rusos disminuyeron su valor de 15 dólares a un céntimo. El rublo cayó significativamente en su cotización con respecto al dólar, aunque posteriormente se recuperó, mostrando gran volatilidad por las medidas del Banco Central ruso, aunque es muy posible que dichas acciones de contención no se puedan mantener en el tiempo, desconociéndose al día de hoy cuál puede ser el límite de la resistencia de la economía rusa en este escenario agravado por el default.

Rusia alega que el impago de su deuda soberana es artificial, porque es solvente, ya que sus reservas son suficientes para hacer frente a los vencimientos de su deuda, pero el embargo de las mismas le impide cumplir con sus obligaciones.

Puede que sean ciertas las afirmaciones rusas en su descargo, pero olvida que las guerras modernas no solo se libran en los campos de batalla, sino también en los mercados financieros, y no resulta aceptable que quien ha invadido un país vecino, ocasionándole irreparables pérdidas de vidas humanas e inmensos daños materiales, constituyendo una evidente amenaza para la paz mundial, pueda esperar que la comunidad internacional le siga permitiendo hacer negocios que financien su ilegítima invasión y sus crímenes de guerra.

Tomás Torres Peral. Comandante de Caballería. De la Academia de las Ciencias y Artes Militares.