Política
¿Por qué unos tanto (Gürtel) y otros tan poco (ERE)?
Echa mano de un sofisma bíblico para defender a sus malhechores: «Pagan justos por pecadores»
Que Sánchez es un autócrata no es algo que diga yo, que naturalmente lo digo, que lo afirme el común de los mortales o que lo concluya un catedrático de Ciencia Política de Harvard. Lo certifican, más allá de toda duda razonable, los hechos. Un primer ministro que lo primero que hace tras conocer la condena de dos correligionarios por robar es insinuar que los indultará queda retratado como un sátrapa bananero por mucho que le hayan votado 6,7 millones de españoles. Esto es lo que hacen los Putines o Erdoganes de la vida, no un demócrata europeo ni, desde luego, alguien que cree en el Estado de Derecho y en la separación de poderes. Máxime cuando en el Código Ético de tu propio partido se afirma que «no se concederán indultos a cargos públicos condenados por delitos ligados a la corrupción». Cualitativamente la situación es repugnante en términos éticos y morales. Y cuantitativamente es el no va más o casi porque los delincuentes Chaves, Griñán, Zarrías, Magdalena Álvarez et altri malversaron la friolera de 680 millonazos que se dice pronto. Es el segundo mayor caso de saqueo de fondos públicos conocido en Europa, naturalmente tras el protagonizado por esos grandes campeones que son los Pujol. Un servidor puede llegar a entender que se otorgue la gracia a un político que distrajo 60.000 euros para pagar el tratamiento de cáncer en EEUU a un niño de su municipio pero no a los autores de esta salvajada. A los que, como el presidente y todos los periodistas de argumentario, sostienen que ni Chaves ni Griñán «se han llevado un solo euro» hay que puntualizarles que lo mismo es robar dinero público para meterlo en el bolsillo propio que para colarlo en el de unos amiguetes. Destinar fondos públicos a un fin diferente para el que están legalmente presupuestados es malversación, que viene a ser una forma fina de llamar a lo que los vulgares mortales denominamos robar, trincar, sisar, rapiñar, choricear o mangar. El desahogado del presidente no sólo les va a aplicar esa medida medieval sino que, además, ha puesto en tela de juicio la decisión del Supremo. Vamos, que ha sugerido que la Sala de lo Penal ha prevaricado. Y, con un par, echa mano de un sofisma bíblico para defender a sus malhechores mandando a esparragar la independencia judicial: «Pagan justos por pecadores». Ahora resulta que un tipo como Griñán al que han metido seis años de prisión por robar, algo en lo que han coincidido todas las instancias judiciales, es poco menos que Robin Hood, y quien le ha condenado, la Sala que preside Manuel Marchena, el malévolo sheriff de Nottingham. Qué asco. Más allá de estas nada baladíes puntualizaciones hay que resaltar que por enésima vez se repite el doble rasero que existe en este país cuando se juzgan las corruptelas de los unos y de los otros. El caso Gürtel, otra golfada como la copa de un pino, fue sancionado con infinita mayor severidad que la Audiencia de Sevilla los ERE. A Francisco Correa, el encargado de mover los hilos extramuros de Génova 13, le metieron 51 años de reclusión por el trinque de 28 millones. A Bárcenas le cayeron 29. En ambos casos casi el mismo tiempo del que seguramente vivirán por mucha triple de la mayor que les apliquen. Claro que el por otra parte lógico ruido mediático que se registró con Gürtel nada tiene que ver con el silencio cuasisepulcral que se ha vivido con unos ERE que ni estaban ni se les esperaba en telediarios ni periódicos. Conclusión: en el PP se lo tienen que hacer mirar.
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