Opinión
Cumbres borrascosas sobre Roma
Francisco ha convocado un Consistorio extraordinario donde se reunirá todo el colegio cardenalicio
Ayer, el papa Francisco impuso la birreta cardenalicia a 21 nuevos cardenales, 16 de ellos electores por ser menores de 80 años, en el próximo Conclave para elegir cuando proceda, al 267 sucesor de Pedro al frente de la Iglesia. Pero la noticia mayor es que para mañana lunes y el martes, Francisco ha convocado un Consistorio extraordinario donde se reunirá todo el colegio cardenalicio con sus actuales 200 integrantes. Formalmente es para tratar sobre la reforma de la Curia Vaticana, pero todo apunta a que en realidad se trata de que «se conozcan» entre ellos, ya que los hay de muy diversas procedencias y con muy desiguales responsabilidades en especial entre los 83 cardenales creados por él, durante los más de nueve años de su pontificado.
La expectación se acrecienta ante el hecho de que a continuación el Papa se va a L’Aquila en cuya catedral reposan los restos del papa Celestino V, canonizado como Pedro el Ermitaño y que fue el primer pontífice de la Iglesia Católica en renunciar en trece siglos. Lo hizo en 1294 y a los cinco meses de haber sido elegido contra su voluntad en un convulso cónclave de más de dos años de duración. Que Benedicto XVI, el siguiente papa en renunciar siete siglos después, también fuera a rezar ante su tumba en una significativa visita, y ahora lo haga Francisco tras ese consistorio, explican sobradamente la expectación generada acerca de una eventual renuncia de Francisco.
Para acabar de aderezar la situación, los sinodales alemanes aprovechan la cumbre cardenalicia para anunciar las conclusiones de su Sínodo como queriendo advertir de la carga que tendrá que arrostrar sobre sus hombros el próximo sucesor de Pedro. No solo se trata de sus conocidas propuestas para ordenar sacerdotisas, sino que abren la puerta a una eventual futura papisa al pedir la ordenación sacerdotal femenina en todos sus grados, así como la adaptación de la moral sexual católica a la legislación de cada país. No satisfechos con ello piden también que las diócesis no sean regidas por sus obispos ni las parroquias por sus párrocos sino por consejos de laicos elegidos, eso sí, «democráticamente».
Si «por sus frutos los conoceréis» no parece que tanta sinodalidad esté resultando especialmente fructífera para la Iglesia fundada por Jesucristo, que no consta eligiera a «los doce» y de entre ellos a Pedro, previa consulta democrática alguna. Los heresiarcas en otros momentos de la Historia se iban de la Santa Madre Iglesia para fundar la suya. Ahora han aprendido y quieren demolerla desde dentro. Parecen haber olvidado que «las puertas del infierno no prevalecerán contra ella».
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