Alberto Núñez Feijóo
Cara a cara
Necesita pararle y a la vista de que con los ministros y colaboradores no puede, lo intenta él. El muy taurino y sanchista dejadme solo se aplica en esta faena política
El plan de Sánchez de explicar su política a la gente parece pasar por un cara a cara con Feijóo en el Senado. Es una decisión saludable y democráticamente muy pertinente la del presidente porque permitirá una medida dialéctica y, si se portan, programática, de las posibilidades de cada cual. Pero es también reveladora de un ánimo concreto.
Es cierto que elocuencia no es gestión, que contar no es hacer, y que darle a la lengua con habilidad no determina otras solvencias, pero en este caso sí tendremos espectáculo porque los dos se mueven con brío en los territorios del decir y el hacer. Vale, Sánchez es más heterodoxo en el camino que une el dicho y el hecho, lo transita con más, digamos, libertad, pero aquí va a tener que recorrer las marcas que le ponga el adversario, que tiene la manija del debate. Y no porque juegue en casa, sino porque es privilegio del liderazgo de la oposición ejercer la crítica, preguntar libremente y exigir a quien conduce que vaya por donde debe. Se saldrá Sánchez del carril, que para eso es gobierno y está en su derecho, pero no tendrá delante a un líder gritón y espumoso, sino a un ex jefe de gobierno autonómico que está jugando con inteligencia la baza de la moderación. Ahí están las encuestas para confirmar lo eficaz de su estrategia. Ahí está el frente común de la parte sanchista del bigobierno como un Fuenteovejuna socialista todos a una a zurrarle al que amenaza por la derecha. Cuanto más le dan, más evidencian lo que les inquieta.
Y ahí es donde encontramos las razones para este paso que pocos esperaban, la motivación que da cuenta de un estado de ánimo nada sereno y muy sanchista del presidente del Gobierno. Si no le temiera, no habría decidido medirse con él en el Parlamento. Pero tampoco lo habría hecho sin estar convencido de su victoria dialéctica.
Esa es la otra.
Necesita pararle y a la vista de que con los ministros y colaboradores no puede, lo intenta él. El muy taurino y sanchista dejadme solo se aplica en esta faena política, necesaria para pararle los pies al adversario crecido.
La operación tiene, con todo, un riesgo. Y ya se vio con Madrid. Sánchez jugó con Ayuso la baza de ponerse a su altura con intención de desactivar a la lideresa madrileña. Pero lo que consiguió fue elevarla. No la hizo caer, la puso arriba.
En el Senado, con Feijóo, le puede pasar otro tanto. O incluso puede ser peor, porque el gallego tiene ya bastante recorrido en las fronteras del terreno que pisa Sánchez. No necesitaría ser aupado, simplemente, el empujoncito de la victoria moral en el Senado.
El final de la historia, puede resultar decepcionante para quien ha decidido la apuesta.
No es, en todo caso, mal comienzo de la gira de Sánchez, esa que venden como el deseo del presidente de escuchar a la calle, sus opiniones y anhelos, cuando en realidad lo que busca es cambiar esas opiniones y suavizar esos anhelos para no seguir perdiendo afectos.
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