Política

Sánchez ya es tan podemita como Iglesias

Por el camino se está llevando por delante nuestras instituciones, la democracia misma y nuestra prosperidad

Siempre recuerdo la frase que emplea Gallardón para describir a un Pedro Sánchez que formó parte del Ayuntamiento que él presidía. «Era el concejal más de derechas… incluidos los míos», suele rememorar el talento político más desperdiciado por errores propios y envidias ajenas. El aún inquilino de Moncloa es el típico pollo pera de manual. Con la ventaja que le concede el formar parte de esa cretinesca gauche caviar que te mira por encima del hombro y se cree que mea colonia de Tom Ford. Ni pasó hambre en su casa ni desde luego se juntó con los parias de la tierra. Lo suyo era más bien la ropa de marca, los garitos cayetanos del barrio de Salamanca, ese colegio donde iban los malotes y los suspensitos de la capital, el carísimo Santa Cristina, y el tampoco precisamente público centro universitario María Cristina. Muy parecido a lo de ese otro niño de mamá que es en realidad el no muy aseado pero sí muy multimillonario Pablo Iglesias. Nuestro protagonista ha pasado sin solución de continuidad de ejercer de orgulloso miembro de las castas dominantes a ser más papista que el Papa de Podemos. Todo empezó el día en que Feijóo hizo el Camino de La Almudena y empezó a meterse cinco escaños por semana en el coleto. Aconsejado seguramente por alguna mente más tonta que el hiperbolizado Redondete, optó por regalar el centro a Feijóo e intentar ganar las elecciones movilizando a esa izquierda que en líneas generales está más en el extremismo que en esa socialdemocracia transversal de Felipe que aglutinó más españoles que nunca. E hizo de la necesidad de quitarse de encima el foco de la mayor inflación en 30 años, virtud, inflando a impuestazos inconstitucionales a bancos y energéticas, a los «ricos» y a las ganancias del capital, eso sí, con regalos miserables a las rentas bajas y pasando de las clases medias. Cuando sus amigos del Ibex, con los que se besaba en los morros hasta hace bien poco, llaman para protestar, les espeta: «Tenéis razón, pero ahora debo hacer el paripé pareciendo más de izquierdas que nadie para ver si puedo remontar». A este truhan se le pueden negar muchas cosas pero no el mérito de pasar de una opinión a otra, por antagónica que sea, sin solución de continuidad y sin ponerse colorado. Lo peor de todo es que por el camino se está llevando por delante nuestras instituciones, la democracia misma y nuestra prosperidad. Antaño los grandes fans de esa Bildu dirigida por dos jefes de ETA, Otegi y Pla, eran los podemitas, empezando por Pablo Iglesias, que daba mítines con ellos, y el malnacido de Monedero, que simplemente justificaba o relativizaba el terrorismo. Sánchez les ha ganado por la mano convirtiendo a los asesinos de 856 compatriotas en sus más leales socios de gobernabilidad. Las medidas de los últimos días no sólo no van a conseguir el efecto deseado, repetir mandato, sino que van a cargarse una economía que pende de un hilo por culpa de ese monumento a la inutilidad que es Calviño y por la voracidad de María Jesús Montero. Lo peor de todo es que tocar los pelendengues a los «ricos» siempre termina de la misma manera: con una fuga de capitales de aquí no te menees, ya sea a Portugal, a Luxemburgo, a Suiza o a la Conchinchina. Les basta con apretar un botón para tener su pasta allende nuestras fronteras en menos de un segundo. ¿Cuánto nos costará esta vez el podemismo fake de Pedro Sánchez? ¿Diez mil, 20.000 ó 50.000 millones? A los «ricos» estas cosas se la refanfinflan.