Inflación
Los yonquis de los precios en el desmadre de la inflación
La pérdida de valor del dinero, que es el resultado de la inflación, reduce las deudas –deuda pública incluida–, que es algo de lo que presume la ministra Montero
Keynes (1883-1946) atribuye a Lenin (1870-1924) la afirmación de que «por un proceso continuado de inflación los gobiernos pueden confiscar, secreta e inadvertidamente, una parte importante de la riqueza de los ciudadanos». La inflación, que ahora campa por sus respetos, desde Estados Unidos hasta Alemania, y por supuesto en España, aterroriza a casi todos, pero también beneficia –aunque lo digan– a los gobiernos más manirrotos, como el español. Es, por supuesto, un arma de doble filo, que además suele volverse contra quien la utiliza. Y ahí entran en juego Pedro Sánchez y los suyos.
La tasa de variación anual del IPC en el mes de septiembre está en el 8,9%, frente al 10,5% de agosto, porcentajes escandalosos y preocupantes. Todavía más preocupante es que los «alimentos y bebidas no alcohólicas» has subido de precio un 14,4%. Además, el que en septiembre la tasa sea 1,6 puntos menor a la de agosto no significa que bajen los precios, como algunos ignaros y otros de mala fe quieren decir, sino que mientras que subían en agosto a un ritmo del 10,5% en septiembre lo hacen al 8,9%. Suben con algo menos de intensidad, pero siguen al alza y todo indica que continuarán así. Para completar el análisis no se puede olvidar que los precios en España –como también en buena parte de Europa, pero eso no es consuelo– están dopados. Las diferentes ayudas y subvenciones, sobre todo a la energía, carburantes incluidos, impiden que suban más, con lo que convierten a sectores amplios en yonquis de esos subsidios. Hay razones –justas y de necesidad social– para aplicar esas políticas, pero no se puede obviar que hay dopaje artificial para contener los precios que algún día terminará y los desenganches, las desintoxicaciones siempre son complicadas y dolorosas.
Las subidas de precios galopantes asustan a los gobiernos porque pueden alejar a sus votantes. También por eso utilizan el dopaje, aunque fomenta futuras alzas. Sin embargo, y al mismo tiempo, la inflación ofrece un balón de oxígenos a gobiernos, como el español, muy endeudados. La pérdida de valor del dinero, que es el resultado de la inflación, reduce las deudas –deuda pública incluida–, que es algo de lo que presume la ministra Montero. Además, como decía Lenin, «les permite confiscar, secreta e inadvertidamente una parte importante de la riqueza de los ciudadanos». Es lo que ocurre al no deflactar –actualizar- las tarifas de los impuestos. Este año, por ejemplo, el fisco recaudará 30.000 millones más por esa vía. Yonquis de los precios y el desmadre de la inflación.
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