Política

Trans Trans

Estamos no ante la respuesta a una reivindicación sino a un aquelarre ideológico orquestado por los mariachis de lo «woke»

Se nos ha ido Carla Antonelli del PSOE lo cual ha causado una pena infinita en los corazones socialistas. Carla Monte y Monte Carla. Le habría ido mejor militando en el PP de Madrid que ya tiene una ley trans que, con menos aspavientos, se publicó en el BOE en marzo de 2016, cuando la presidenta era Cifuentes, una reconocida mariliendre, y Carla Diva ejercía como diputada de la Asamblea de Madrid. Qué cosas. El PP de entonces se abstuvo, seguramente perdido en ese delirio de la derecha que confunde la igualdad y la defensa del llamado colectivo LGTB con la aberración con tal de que no le pongan adjetivos chungos como tránsfobo.

No recuerdo que Carla brindase entonces con cava o con un tercio de Mahou. Tampoco veo a nadie del PP de Madrid, ni de Vox, ni del PSM, ahora que pueden, dar marcha atrás. Lo cual revela dos cosas. La primera es que no hay ninguna urgencia social, pues existiendo una ley autonómica no es causa de vida o muerte tener otra estatal para más brillo de una Irene Montero que se presenta como la descubridora de ciertos derechos sociales: solo hay que ver la pifia de la ley del «Sí es sí». La segunda es que estamos no ante la respuesta a una reivindicación sino a un aquelarre ideológico orquestado por los mariachis de lo «woke» que han de decirnos lo que está bien y lo que está mal. Controlar el género, o el sexo, es llegar más allá de donde nunca soñaron.

Lo peor, con todo, es que es la publicidad que se ha dado al asunto y la introducción de las teorías de género en las escuelas, en los anuncios y en ciertas series de televisión, lo que está llevando a los más jóvenes a una indeterminación vital que les hará pupa cuando despierten del sueño genérico. Hay poco margen para dar vuelta atrás. Se ha dejado de nuevo que Hollywood compre los caprichos identitarios de la neoizquierda, por eso se requiere aún más firmeza y claridad para sostener el muro del sentido común sin que nos lancen a la hoguera. Carla no ha de preocuparse. En el fondo, darse de baja es un gesto aséptico de la que sabe que ha ganado.