España

2 X 21

Un niño suele tardar un año en andar, ellos tardaron dos: «¿Qué más da?¿acaso no corremos sin sentido?

El cien por cien de sus hijos tiene síndrome down. Así lo define José Luis, con algo entre sentido del humor y cordura. Cuando Mariana y él se enamoraron, en esas largas conversaciones en que se sueña el futuro y se desgranan minuciosamente días con amaneceres, mediodías y crepúsculos inexistentes, planeaban una familia numerosa, con muchos chiquillos, muchas sonrisas y mucho trabajo. Mucho se ha cumplido... de otro modo. Marianita nació cuando su madre tenía 28 años. Traía los ojos rasgados, como la familia materna, y era como una perla rosada y rubia. El pediatra fue cuidadoso pero explícito: «No voy a daros un sermón sobre lo maravilloso que es tener una hija con Síndrome Down, pero sé que seréis felices». Lloraron durante días, José Luis buceó toda la noche en internet buscando información y se sintieron apoyados por una familia inteligente y grande, donde el cuñado regañó a la suegra, que lloraba también mientras le contaba lo ocurrido en el parto: «¡Me has asustado mamá! ¡Pensé que la niña había nacido muerta!». Los días pasaron, también los meses y se cumplió el vaticinio del pediatra. Al año y medio, embarazada de nuevo, la madre ni se molestó en una amniocentesis: «Mariana era lo mejor que me había pasado en la vida. No necesitaba saber si Jaime tenía o no un cromosoma de más. Ni se me pasó por la cabeza que pudiese volver a tener un bebé con Down». Y ocurrió lo imposible. Dos padres jóvenes y sanos, con cariotipos convencionales, sin antecedentes familiares, tuvieron otro hijo con trisomía en el cromosoma 21. Una doble lotería. José Luis, que es militar, estaba de servicio fuera y los ojitos achinados lo saludaron por videoconferencia. Al día siguiente se fundieron en un abrazo inolvidable. «La aceptación fue mucho más fácil esta vez, porque ya sabíamos en qué consistía todo». La casa de José Luis y Mariana es una carrera de obstáculos donde los bebés luchan por rebasar barreras. «La pediatra nos había aconsejado mucho este segundo embarazo, como lo mejor también para Mariana, que de este modo estaría acompañada en la vida. Ahora ninguno se hará cargo del otro, caminarán lado a lado». En este hogar el tiempo tiene una cadencia distinta. Un niño suele tardar un año en andar, ellos tardaron dos: «¿Qué más da?¿acaso no corremos sin sentido? Hemos aprendido a esperar, a no adelantarnos a los acontecimientos, a acompasarnos al ritmo de la realidad». Alguna pareja desesperada ha acudido a ellos y, tras conocer este belén, se ha decidido a abrir los brazos a su bebé con Síndrome Down. José Luis y Mariana tienen, aunque de otra manera, familia numerosa. «Somos muy felices».