Opinión
Alfombra roja a la sedición
El debate de los presupuestos ha comenzado en el Congreso como un espejo de la situación a la que el sanchismo está llevando a España. Mientras una ley de esa trascendencia comenzaba su andadura parlamentaria, el presidente del Gobierno se iba a Kenya –creyendo que estaba en Senegal– con más séquito que empresarios, cuando el objetivo principal es económico, presuntamente.
En su ausencia, la ministra de Hacienda y flamante vicesecretaria del PSOE, Mª Jesús Montero, anuncia desde la Tribuna lo que es ya secreto a voces; es decir, el peaje que exige ERC para apoyar sus presupuestos. Reformar a la baja las penas por el delito de sedición para que le mantengan en La Moncloa, cuando los indultados no se recatan en anunciar que lo «volverán a hacer», es ponerles una alfombra roja para que así sea, en efecto. El papel de la oposición no es el de facilitar que Sánchez pueda aparentar ser simultáneamente un hombre de Estado, mientras cada día despedaza el país con sus constantes cesiones a los separatistas. Ya se le salvó la cara apoyándole para que se luciera ante la OTAN cuando sus socios y aliados le hubieran puesto en evidencia al ser contrarios a aumentar la inversión y el gasto en Defensa.
El PP no puede ser la muleta de Sánchez para que presuma de ser un gran socialdemócrata y próximo presidente de la Internacional Socialista, cuando gobierna con la versión española de los populistas y comunistas del Foro de Puebla. Pactar con Sánchez cuestiones de Estado, cuando encarna todo lo contrario, es una contradicción en sí misma. Un Gobierno que nació y que vive de los separatistas, Bildu, comunistas y nacionalismos antiespañoles como el PNV, no puede tener políticas de Estado, y que el PP esté allí para salvarle cuando esa contradicción aflore. Eso no es un Gobierno, es una mezcolanza de todos los partidos al servicio de los intereses de Sánchez, que no paga él, sino España.
Ahora, cuarenta años después, toca apropiarse del triunfo del 28 de octubre de 1982 del PSOE, como si aquel partido fuese el suyo actual. Las siglas son las mismas, pero Alfonso Guerra lo ha aclarado: «Es otro partido». En efecto, ahora es el PS, el «Partido Sanchista», y el servicio prestado a España no es para sentirse orgulloso precisamente. Cuando la portavoz de Bildu expresa su satisfacción con él, sobran más comentarios. A cambio, mirando al futuro, su vicepresidenta y ministra ha retirado la medalla al Mérito en el Trabajo de Franco, y nos ha pedido disculpas. Ya podemos descansar tranquilos.
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