Pedro Sánchez

Pues, señor presidente, yo me siento engañado

Propuso convertir en delito la convocatoria de un referéndum y nos va a rebajar la sedición

A ver, señor presidente del Gobierno. Los que ya tenemos una edad y asistimos con uso de razón a la victoria socialista de 1982, estamos curados de espanto ante el incumplimiento de las promesas electorales, por supuesto, no sólo las socialistas, porque junto a los 800.000 empleos de Alfonso Guerra, ahí está el ex ministro Cristóbal Montoro como monumento perpetuo al donde dije digo, digo Diego. Pero hay casos en los que, más que de un incumplimiento, podemos hablar, sencilla y llanamente, de engaño, y eso, porque no encuentro claro el ánimo de lucro que tipifica el delito de estafa en el Código Penal.

Me explico. Por razones estrictamente profesionales seguí el debate electoral del 4 de noviembre de 2019, seis días antes de las elecciones generales, y–lo he confirmado en el archivo por si me fallaba la memoria– usted afirmó tres cosas que, entonces y ahora, parecían relevantes. La primera, que iba «a incorporar en el Código Penal un nuevo delito (sic) para prohibir de una vez por todas la celebración de referéndums ilegales en Cataluña, como ha ocurrido cuando gobernaba el PP». La segunda, dirigida a Pablo Iglesias, que no existía el derecho de autodeterminación ni había presos políticos en España y, la tercera, que se comprometía a traer al fugado Carles Puigdemont «para que sea puesto a disposición de la Justicia española», lo que hizo reaccionar el mentado Iglesias con una defensa, hay que reírse, de la separación de poderes. Dejando a un lado el sofisma de «cuando gobernaba el PP», insulto a la inteligencia por parte del secretario general del partido que quitó del Código Penal el delito de convocatoria ilegal de referéndums, lo cierto es que fueron tres compromisos con los que una gran mayoría de los electores podía estar de acuerdo, especialmente, cuando aún estaban frescas en la retina las imágenes vergonzantes de aquellos días de octubre en Cataluña.

Pero, hete aquí, que no sólo no hay trazas de la reforma de Código Penal que usted proponía, sino que nos ha llevado a las antípodas de su discurso. Y eso, insisto, es más que una mentirijilla para captar incautos. Es un engaño mayor. Señor presidente del Gobierno, si en ese debate usted hubiera dicho que iba a indultar a los golpistas, desentenderse de Puigdemont, rebajar el delito de sedición para dejar expedita la vuelta a las instituciones de Oriol Junqueras y demás compañeros mártires y que la palabra «referéndum» figuraría en una mesa de diálogo bilateral España-Cataluña, no digo que no hubiera conseguido los mismos 128 escaños que obtuvo, pero, por lo menos, los electores habrían sabido a qué atenerse. Con todo, lo peor no es la mentira, lo peor es el charco en el que su política de alianzas con los nacionalistas ha metido a la Justicia española. Con todos los visos, además, de que la cosa va ir a peor, cuando se cepille la elección por mayoría cualificada de los vocales del Consejo General del Poder Judicial. Hace bien Núñez Feijóo en plantarse y dejar que se las arregle usted con los jueces, la Comisión Europea, que nos mira como si fuéramos polacos o húngaros, y, sobre todo, los votantes. Ya habrá tiempo, cuando usted desaparezca entre el polvo de la historia, para rectificar cualquier engendro legal. Porque, luego, sueltan ustedes eso de «cuando gobernaba el PP» y a algunos se nos queda cara de tonto.