Política

La fragilidad de Europa

«El riesgo es que los costes de la crisis, las tensiones políticas y el descontento provoquen un estallido social que beneficie aún más a los radicales»

Los recientes acontecimientos muestran la enorme fragilidad de la Unión Europea en el contexto internacional. Las consecuencias de la guerra de Ucrania han sido demoledoras, aunque seguimos siendo una de las zonas más ricas del planeta, así como un espacio ejemplar de derechos y libertades. En su conjunto, a pesar de la crisis, el nivel de vida es muy alto. Es lógico que suframos desde hace décadas una presión migratoria impresionante. Es lógico querer huir de la pobreza, la violencia y las enfermedades. Es lo que haríamos todos nosotros si sufriéramos esa situación. A esto hay que añadir la crisis institucional que sufren muchos países que viven un giro hacia posiciones extremas, como sucede en España con un partido socialista que gobierna en coalición con los comunistas y tiene como aliados a los independentistas, los herederos de ETA y los grupos antisistema. Francia tiene un presidente centrista, Emmanuel Macron, pero es el tapón entre la ultraderecha de Le Pen y la ultraizquierda de Melenchón. Alemania sufre una grave crisis, pero no es algo excepcional porque lo estamos todos. Es un escenario generalizado marcado por una espiral de deuda en la que no se vislumbra una contención y mucho menos un retroceso. La lenta decadencia del continente hace que no seamos plenamente conscientes de ella. La Historia nos muestra otros muchos casos, como Roma o Bizancio, donde se tardó mucho tiempo hasta alcanzar una situación irreversible. Hubo muchas señales, que ahora podemos identificar, pero que sus habitantes no les dieron una adecuada relevancia y, sobre todo, no adoptaron medidas. Los problemas inflacionarios fueron, también, indicadores claros del retroceso de sus economías y del estallido de problemas sociales. Es un análisis que podemos trasladar a Estados Unidos, aunque cuenta con una economía dinámica y enormes recursos naturales. No es suficiente. La guerra de Ucrania tiene un coste impresionante, pero no se compensa, como consecuencia de las políticas intervencionistas para hacer frente a la crisis, con medidas de contención del gasto. Europa se está convirtiendo en un enorme parque de atracciones cultural y comercial, preocupada por incrementar el teletrabajo y reducir la jornada laboral. Es un polo de atracción de inmigrantes. El riesgo es que los costes de la crisis, las tensiones políticas y el descontento provoquen un estallido social que beneficie aún más a los radicales.