Opinión

Tener el Estado en la cabeza

Las estrategias de PP y PSOE de cara a las elecciones se van perfilando día a día. Feijóo sabe que las encuestas siguen a su favor, pero también que Sánchez va recortando enteros. El líder popular, gallego de pura cepa, es más propenso a evitar errores que a intentar iniciativas arriesgadas, pero no es tan sencillo cuando la precampaña electoral se ha convertido en un campo de minas.

La ventaja de Sánchez se fundamenta en el ejercicio del poder absoluto dentro del partido. El socialista hizo desaparecer las voces críticas de dirigentes y líderes territoriales, de manera que sus decisiones nunca son consensuadas internamente ni tampoco cuestionadas.

Pactar con los independentistas catalanes, con Bildu, llegar a un acuerdo con Ciudadanos, como el que alcanzó en 2017 o formar coalición con Podemos, son decisiones que no están sujetas a ningún control, dependen en exclusiva de la voluntad de Sánchez.

Eso le ha permitido al socialista cambiar de posiciones ideológicas a su antojo. En sus orígenes, era cercano al ala más centrista del PSOE, criticando duramente las posiciones más socialdemócratas. Sin embargo, para lograr la secretaría general construyó un discurso izquierdista que, después cambió hacia uno moderado en las elecciones de 2019. Pero, ante el fracaso de la repetición en las urnas, volvió a enarbolar la bandera de la izquierda para limitar el espacio político podemista.

Feijóo cuenta con el respeto de los dirigentes populares, pero no tiene el poder suficiente para imponer sus tesis políticas. La decisión de romper las negociaciones en materia de Justicia le proporciona paz interna, pero, a cambio, va mal para el perfil de hombre de Estado que quiere transmitir.

El miedo a las crisis internas y a que, elementos como Díaz Ayuso, tengan caldo de cultivo para encabezar la revuelta, le lleva a tomar decisiones en las que la ganancia electoral por la ausencia de conflicto interno, se ve reducida por el deterioro de su propia imagen.

Lo mejor para él es pasar desapercibido, como lo hacía en Galicia. Pero Madrid juega en primera división, cada día hay un incendio que apagar y una bomba que desactivar, el peaje de no ser dueño de la estrategia, es que se toman decisiones que pueden ser errores.

A Sánchez le ha calado el electorado como un pragmático sin ideario que busca el poder, pero Feijóo no está demostrando ser el hombre que decía, ese que tiene el Estado en la cabeza.