Eduardo Inda
Feijóo no puede ir con Sánchez ni a heredar a Musk
Pactar con el MAL sería el principio del fin del albertismo
La gran clave del éxito de esa Transición de la dictadura a la democracia que encandiló al mundo fue el pactismo. Todo se hablaba, todo se consensuaba y todos cedían en aras del bien común anatematizando el maximalismo. Que el asesino de 6.000 personas en Paracuellos, Carrillo, y ministros franquistas como Suárez o Fraga se pudieran sentar a la mesa permitió que el maravilloso órdago saliera a las mil maravillas. Unos y otros entendieron que lo que estaba en juego era algo tan importante como igualarnos a las naciones más modernas del planeta, dejando de ser los parias del mundo civilizado. Uno de los grandes hitos de la época lo representaron esos Pactos de La Moncloa que permitieron enderezar el rumbo económico en una etapa caracterizada por inflaciones anuales de hasta el ¡¡¡28%!!! Ha hecho muy bien, pues, Alberto Núñez Feijóo en intentar llegar a acuerdos con Pedro Sánchez y atraerlo al imperio del bien. Los grandes políticos son los que ante cuestiones de Estado no tienen inconvenientes en ceder en beneficio de ese bien superior que son los españoles. Felipe González demostró su talla de estadista, últimamente en almoneda tras rendirse al amoral de Sánchez, al arremangarse y suscribir el Pacto Autonómico y el de Toledo con Aznar. Su sucesor hizo tres cuartos de lo mismo con el Pacto contra el Terrorismo y el de la Justicia en los cuales, todo hay que decirlo, desempeñó un papel determinante la generosidad de Zapatero. Ya en el poder, un ZP que empeora moral y políticamente cada día que pasa se sentó en la mesa con Rajoy para reformar el artículo 135 de la Constitución introduciendo el principio de estabilidad presupuestaria que nos exigía Bruselas en tiempos en los que el Ejecutivo socialista se había gastado lo que tenía y lo que no tenía situando al Reino de España en default. El segundo presidente popular cerró tres grandes pactos con la oposición, bien con Rubalcaba, bien con Sánchez: el que encarriló la abdicación de Juan Carlos I y los suscritos contra el yihadismo y la violencia de género. El actual presidente no ha planteado un solo acuerdo a Casado ni a Feijóo, se siente más cómodo haciendo manitas con delincuentes como Otegi y Junqueras o con facinerosos como Pablo Iglesias. Prefiere sentarse a la mesa con quienes quieren destruir España y la Constitución antes que hacerlo con aquéllos que defienden nuestro sistema de libertades a cara de perro. El gallego de Los Peares ha intentado hasta la saciedad consumar una entente con el presidente del Gobierno sobre un Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) que lleva sin renovarse desde que expiró el anterior mandato hace casi cuatro años. Cuando había fumata blanca, Dios o el diablo le vino a ver en la persona de una María Jesús Montero que se fue de la boca en el Congreso reconociendo que iban a rebajar ya la sedición para contentar a sus troncos golpistas. Imagínense la que se hubiera liado y el regalo que le hubieran hecho a Vox si se alumbra el nuevo CGPJ, Feijóo da la mano a Sánchez en Moncloa y, al día siguiente, el jetapresidente anuncia que van a agraciar de nuevo a los tejeritos catalanes. El otro día escuché a Elías Bendodo que las negociaciones no están rotas. Espero que sea una pose de cara a la galería porque con un tipo tramposo y embustero que ama a ETA, a los sediciosos y a los esbirros de Maduro no se puede ir ni a heredar la fortuna del tipo más rico del mundo, Elon Musk. Pactar con el MAL sería el principio del fin del albertismo.
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