Sedición
¡Impeachment a Sánchez ya!
Esta golfada transforma a España en un Estado falsamente democrático más próximo a la Rusia de Putin o a la Turquía de Erdogan que a Francia, Reino Unido, Alemania o EEUU
A Pedro Sánchez jamás le podremos reconocer que es un tío decente o que se trata de un individuo veraz. Más al contrario hay que subrayar que es un amoral, un psicópata en versión subclínica –o no– y un mentiroso patológico, seguramente el número 1 de España en la especialidad. Pero lo que nadie, ni siquiera sus más acerados enemigos, le puede discutir es su capacidad para superarse en el mal y en la ilegalidad día a día. No nos deja de sorprender.
Esta vez lo ha hecho a lo grande no rebajando el delito de sedición, como toda la opinión pública esperaba, sino derogándolo tal cual. A mí me llegan a contar hace cinco años que un presidente tendría de socia a ETA, a los tejeritos de un golpe de Estado perpetrado siete meses antes en Cataluña y a unos comunistas a sueldo de Maduro y hubiera tomado a mi interlocutor por un pirado de marca mayor. Pero si hace tan sólo cinco días me pronostican que el inquilino de Moncloa suprimiría el delito de sedición, hubiera llamado al frenopático más próximo para que pusieran una camisa de fuerza a mi agorero particular. El propio diario gubernamental El País aseguró hará cosa de 10 días en otra de sus primicias dictada desde Moncloa que la sanción máxima por el delito de sedición pasaría de 15 a seis años. Vamos, que continuaría existiendo este tipo penal pero convenientemente jibarizado. O les mintieron o simplemente es que a Pedro Sánchez le han puesto una pistola en el pecho los jefes de España (ETA, ERC y Podemos) para cargarse un delito que existe en todas las naciones democráticas. «O lo derogas y permites que vuelvan a España Puigdemont y compañía o te vas a la calle», debió de ser la conversación, palabra arriba, palabra abajo.
El debate es mucho más profundo aún porque esta golfada transforma a España en un Estado falsamente democrático más próximo a la Rusia de Putin o a la Turquía de Erdogan que a Francia, Reino Unido, Alemania o EEUU. Claro que esta prevaricación y esta traición del presidente no se hubieran consumado si el Supremo hubiera calificado como rebelión el 1-O. Pero ése es otro cantar del que ya habrá tiempo de opinar. Lo cierto es que dar un golpe va a salir prácticamente gratis con este atentado a la separación de poderes: la sedición pasa a mejor vida y actos como el putsch catalán tendrán la consideración de desórdenes públicos agravados. En resumidas cuentas, el sinvergüenza de Sánchez equipara un acto para cargarse el orden constitucional, para acabar con la democracia, con la quema de contenedores o el lanzamiento de piedras durante una manifestación.
Que nadie se equivoque: esto supone el fin de la España constitucional que nos regalamos en 1978. O no, todo dependerá de un PP que después de esta segunda parte del golpe del 1-O dispara exponencialmente tanto sus opciones de reconquistar Moncloa como su obligación moral de volver a poner las cosas en su sitio. Feijóo se comprometió ayer a ello. Espero que sea la primera decisión de su Gobierno y de sus diputados. En el mientras tanto cruzo los dedos para que 23 diputados socialistas se rebelen contra Pedro Tejero, perdón, Pedro Sánchez y participen en una moción de censura en la que se dirimirá el ser o no ser de nuestra democracia. Basta con el voto de 23 patriotas socialistas para que este impeachment a la española salga adelante. Por infinitamente menos se cargaron a Rajoy. La esperanza es lo último que se pierde.
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