Opinión

A 5 minutos de una conflagración de la guerra de Ucrania

Tendrán que producirse más victorias como la de Jersón para obligar a Putin a sentarse a la mesa de negociaciones

El incidente en Polonia provocado posiblemente por un misil perdido de los sistemas de defensa ucraniano mientras hacía frente al peor bombardeo ruso desde el inicio de la invasión en febrero nos ha mostrado cuán cerca estamos de una conflagración del conflicto de consecuencias imprevisibles. Las primeras horas de la noche del martes, cuando trascendió el impacto de dos misiles de «fabricación rusa» en el pueblo polaco de Przewodow que habían, además, provocado la muerte de dos civiles, fueron críticas. Hubo numerosas especulaciones, pero afortunadamente antes de media noche empezó a descartarse que se tratara de un ataque deliberado por parte de las fuerzas rusas contra un país miembro de la OTAN. Comenzó a circular la hipótesis del accidente. El mismo periodista polaco que había dado la información del ataque en la frontera explicó que fuentes militares aseguraban que se trataba de un misil ruso desviado por los sistemas de defensa ucraniano. Todavía no tenemos la versión oficial de los hechos, pero parece claro que, esta vez, el incidente no va a provocar un enfrentamiento directo entre la OTAN y Rusia. En otro escenario bien distinto estaríamos si en vez de ser un accidente se hubiera tratado de un acto deliberado por parte de las fuerzas rusas, pues se interpretaría como una declaración de guerra a un país aliado. El incidente de Polonia es una señal más de la peligrosa deriva que ha tomado el presidente Vladimir Putin con esta guerra. Para reducir el nivel de riesgo, el jefe del Kremlin debería poner fin al conflicto, pero desafortunadamente nada indica que estemos cerca de un repliegue negociado. Tras la recuperación de Jersón por parte de Ucrania, la victoria estratégica más importante hasta la fecha, los generales americanos instaron a Kyiv a abrir un proceso de diálogo con Moscú. Antes de las elecciones de mitad de mandato y ante el temor de perder el control de las dos cámaras del legislativo, el presidente Joe Biden pidió en privado a su homólogo ucraniano que pusiera las bases para la negociación. En la cumbre del G-20 celebrada esta semana en Bali, el presidente Volodimir Zelenski desgranó un plan de diez puntos para abrir las conversaciones. Rusia respondió con la mayor lluvia de metal sobre territorio ucraniano que, a la postre, provocó el accidente polaco. Putin no está interesado en negociar si no es en sus propios términos. Tampoco está dispuesto a sentarse en la mesa de negociaciones desde una posición de debilidad como en la que se encuentra ahora tras perder Jersón. Como dijo Winston Churchill después de Dunkerque: «No se ganan las guerras con evacuaciones».

En el G-20, los líderes occidentales han puesto sus esperanzas en que China presione a Rusia para que ponga fin al conflicto. La cumbre de Bali ha dejado una Rusia más aislada que nunca, pero como ha puntualizado en estas páginas el investigador Rafael Loss de ECFR, pensar en que Xi Jinping va a retirar su apoyo a Putin es una quimera, un «wishful thinking» como dicen los ingleses. Aunque esté en su interés evitar una escalada nuclear, Pekín no va a empujar a Moscú a negociar con las democracias liberales a las que aspira a desplazar algún día del tablero geopolítico. Tendrán que llegar más victorias como las de Jersón para torcer el brazo a Putin (y a Xi).