mundial-2022

El Mundial de la indignidad

«No hay nada que el dinero no pueda comprar. Es el mensaje que tenemos que aceptar»

He de reconocer que no me causa ninguna sorpresa. Las exquisitas democracias nos vendemos por dinero o interés geopolítico. Cuanto más alta es la cifra, más dispuestos estamos a olvidar la vulneración de los derechos humanos. El Mundial de fútbol en Qatar es la constatación de que aceptamos los regímenes autoritarios, siempre que nos convenga. Es verdad que en algunos aspectos es más tolerante que sus países vecinos, pero no es una democracia sino una «finca» propiedad de la familia Al Thani. La comparte con sus conciudadanos, que disponen de una renta per cápita superior a los 60.000 dólares. El emir y su familia son fabulosamente ricos. Provienen de la confederación tribal Banu Tamim que llegaron a Qatar alrededor de la década de 1720 hasta establecerse en Doha en el siglo XIX. Está formada por unas 20.000 personas. Por supuesto, todos son millonarios gracias al dominio del país y sus fabulosos recursos energéticos. Esto explica el enorme poder e influencia que tienen sobre las democracias occidentales. A golpe de talonario, con el dinero que obtienen vendiéndonos el petróleo y el gas, han comprado todo lo que han podido, incluido el apoyo político a su régimen autoritario de baja intensidad. Es cierto que no muestra la brutalidad de Irán o Arabia.

No hay nada que el dinero no pueda comprar. Es el mensaje que tenemos que aceptar si se le añade una posición estratégica clave para los intereses de Estados Unidos y la UE. Por ello, han podido conseguir y organizar un Mundial con el que quieren blanquear su sistema político, así como proyectar una imagen atractiva. Es verdad que han modernizado económicamente el país, diversificado sus fuentes de ingresos y quieren ser una referencia en el complejo mundo musulmán. No es fácil gestionar un país con unos vecinos tan peligrosos como Arabia o Irán. En este sentido, es bueno recordar la «coherencia» de Biden, el deplorable icono de la izquierda europea, que ha concedido inmunidad legal a Mohamed bin Salman, el príncipe heredero y primer ministro de Arabia Saudí, por el brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi. No hace mucho consideraba que era el instigador. Es ingenuo esperar coherencia y ética en estas cuestiones, porque siempre está por delante el interés y el dinero. Por tanto, bienvenido sea el Mundial de Qatar.

Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)