Opinión

El Código Penal, moneda de cambio de Sánchez

En la brevedad de una pregunta en la sesión de control al gobierno, es imposible que el jefe de la oposición parlamentaria y el jefe del gobierno puedan hacer poco más que colocar unos titulares en la crónica política de los medios informativos, y es lo que sucedió ayer por la tarde en el Palacio de la Marina española de Madrid. Ello, sin perjuicio además del Mundial de fútbol, que pese a celebrarse en Qatar y en estas fechas, mantiene entretenida la atención pública en vísperas del debut hoy de nuestra selección. Para debatir a fondo en contenido y duración, están otros formatos, y entre ellos sin duda se encuentra en primer lugar la moción de censura, donde el candidato a la Moncloa es el que dispone de la excepcionalidad de tiempo ilimitado para ello. Esa iniciativa parlamentaria ha sido utilizada en cinco ocasiones en nuestro régimen constitucional, con desigual suerte para unos y otros, el candidato y el censurado. El primero en utilizarlo fue Felipe González como líder de la oposición y del PSOE en mayo de 1980 , contra Adolfo Suárez presidente del gobierno y de la UCD, y ciertamente no fue ganada numéricamente por González – como ya se sabía de antemano– pero políticamente fue muy fructífera para su consagración como auténtica alternativa de gobierno. En una democracia parlamentaria el dominio de la oratoria desde la tribuna del Hemiciclo es determinante para evaluar la capacidad política de unos y otros, lo que sin duda en aquella ocasión benefició al dirigente socialista, que sería presidente dos años después. Otra moción de censura la planteó el entonces presidente de AP, Antonio Hernández Mancha para consolidar su liderazgo, sobrevenido tras la renuncia de Fraga en 1986, frente al ya entonces González presidente, y el resultado no sonrió al joven líder popular, que quedó dañado de aquella prueba planteada en las difíciles circunstancias del momento. Alguna ha pasado sin pena ni gloria como la de Pablo Iglesias frente a Mariano Rajoy o la de Abascal frente a Sánchez, convertida por Pablo Casado en una censura contra el líder de Vox, y que acabó volviéndose contra el entonces líder Popular. Actualmente existen sobrados motivos para planteársela a Sánchez con su singular gobierno enfrascado en cainitas lucha en su seno, y con su supervivencia en manos nada menos que de Iglesias, Irene Montero, Bildu, Erc, el Pnv y diputados del BNG y de Teruel, que existe para eso. Con el Código Penal convertido por Sánchez en moneda de cambio para pagar favores a diestra y siniestra. Lo que va del «No es No, al Sí es Sí».