Tribunal Constitucional
El bofetón
Creía que iba a dejar todo atado y bien atado y que llegaría a Nochevieja con las leyes más polémicas aprobadas y los tribunales amañados a su placer.
Han tenido que ser los jueces. Los magistrados del Tribunal Constitucional le han dado a Pedro Sánchez el bofetón que merecía. Éste cree que puede con todos: con su partido –que ya arrolló–, la Fiscalía –que ya dijo que era suya–, la Corona –cuyas intervenciones ningunea–, las ideas de prestigio –las de Felipe González o las feministas clásicas–, el deber de secreto judicial –que se lo digan a Pérez de los Cobos– o la verdad misma. Es el hombre que no iba a dormir con Podemos en el poder y el tipo que iba a procesar a Puigdemont. El que ha acercado los presos de ETA a su caliente casa navideña.
Este señor presenta la gran ventaja de poder ajustar absolutamente los medios a los fines. Si sus ideas no te gustan, las cambia para que le votes. Te llames Rufián, Otegui o Irene Montero. Se prepara para la segunda legislatura y necesita que la ensaladilla de leyes con las que ha cambiado la realidad (familia, aborto, identidad sexual, terrorismo, golpismo) pase cómodamente por el cedazo del Tribunal Constitucional, así que se aprestó a cambiar éste a su medida. Solo que se pasó de frenada. Ni se sometió a los informes previos del Consejo de Estado, el Consejo del Poder Judicial y el Consejo Fiscal. Ni permitió a la oposición el derecho de presentar enmiendas y debatirlas en el Parlamento. Y todo por la vía espuria de una enmienda a unas leyes que nada tenían que ver, las que borraban el delito de sedición y desdibujaban el de malversación.
El TC ha puesto pie en pared y ha parado el monstruoso mecanismo. Tanto le ha cabreado al narcisista del presidente que no se ha ahorrado descalificaciones: al Partido Popular, por bloquear la renovación del TC; a los actuales magistrados –que según él no son válidos– y a la mayoría «conservadora» del Tribunal, que le debe parecer mucho peor que los ministros socialistas que propone con descaro como alternativa.
Lo cierto es que el Tribunal Constitucional le ha chafado los plazos. Creía que iba a dejar todo atado y bien atado y que llegaría a Nochevieja con las leyes más polémicas aprobadas y los tribunales amañados a su placer. No ha podido ser. Si persevera en cambiar las normas del TC tendrá que hacerlo por el laborioso procedimiento previsto, con luz y taquígrafos y en fechas más peligrosas, en plena campaña electoral y arriesgándose a que sus votantes se queden en casa para no apoyar a un tirano que piensa que hemos nacido para adorarlo. Que no, Pedro, que Ese es otro, que no te toca a ti tumbarte en la cuna del pesebre.
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