Política

Lotería y amnesia

La cuestión será ver si las tragaderas de la opinión pública son lo bastante anchas

Con los premios de la lotería cantados por los niños de san Ildefonso arrancaba casi de manera oficial una Navidad que, por obra y gracia de desajustados cálculos en el entorno del presidente del Gobierno y la intervención legítima de instituciones que garantizan el funcionamiento del estado de derecho, ya no va a encajar como el guisante en la vaina y la llave en la cerradura en la hoja de ruta política marcada por la estrategia del Gobierno para lo que restaba de 2022. La previsión no era otra que la confluencia astral –que diría Pajín– entre el recital de premios y pedreas sonando en todas las radios y televisiones del país y la celebración de un pleno en el Senado, que, eso sí, certificaba la reforma del Código Penal con toda su gravedad y preparada para entrar en vigor a finales de enero, aunque no la judicial sin debate y a la medida del Ejecutivo y sus socios, concretada la admisión por parte de nuestro tribunal de garantías de las «cautelarísimas» solicitadas por el PP, tras una pleno en el Congreso que venía a bendecir esa alevosa modificación del Código Penal, ya saben, la norma más importante después de la propia Constitución para suprimir el delito de sedición y edulcorar el de malversación beneficiando a la carta a los socios independentistas condenados por el «procés».

Desde el jueves y celebrando que, al menos no se haya perpetrado todo lo perpetrable, las trifulcas arrabaleras del patio político derivadas de absurdos tensionamientos desde el Ejecutivo para sacar adelante medidas «exprés» darán paso a los turrones, los belenes y las fiestas tan señaladas –que diría el rey emérito– conteniéndose poco a poco la diarrea legislativa iniciada hace semanas. Ahora está por ver si pasadas las navidades, enfilando el nuevo año super electoral, comienza a bajar el «suflé» de la indignación contra el Gobierno por sus evidentes claudicaciones frente al separatismo de acuerdo con la teoría de que esas decisiones queden arrumbadas en lo más profundo del subconsciente ciudadano permitiendo dar paso a cinco meses de precampaña, en los que tratara de sustituirse el debate del ataque a los cimientos del Estado por otros en los que el Ejecutivo, con el BOE y el reparto de dádivas en la mano, siempre va a tener ventaja. La cuestión será ver si las tragaderas de la opinión pública son lo bastante anchas. No lo sabremos hasta la noche del 29 de mayo.