Política

Page, Lambán y el vértigo

Menos hacerse un «Leguina» habrá un constante amagar y no dar para frenar fugas de votos al centro derecha

El Partido Socialista siempre ha gozado de una versatilidad envidiable para, bien hacer suyos o bien renegar a conciencia, de según qué argumentos del discurrir político. El manejo quirúrgico de la semántica, los eufemismos y los mensajes bien colocados vienen de atrás y no son solo mérito de la actual etapa sanchista. Yo mismo he sido testigo de las más sesudas soflamas y de propuestas para el modelo de estado que aun hoy soy incapaz de interpretar como por ejemplo ese gran debate que marcaría a futuro la posición territorial de este partido en la cumbre de Santillana del Mar, del que, –a las pruebas de la España actual me remito– no quedan ni las tazas de los cafés. Pero aun así y con todo, el PSOE anterior a Sánchez –o aquel de los tiempos de Pedro que diría Carmen Calvo– siempre ofreció a periodistas y opinión pública el interés de un permanente debate interno en el que, según el momento, convivían o se despellejaban distintas sensibilidades, servidor en tiempos no se perdía un solo comité federal por mucho que chafase el aperitivo del fin de semana. Hoy, sin embargo, ya no puede hablarse ni de guerristas, ni de renovadores, ni de clanes de Chamartín, sencillamente porque el muy bien intencionado voto de la militancia de base en unas primarias –modelo que, no lo duden, acabará regresando a chiqueros– fue agarrado para espantar cualquier atisbo de contestación al líder señalado por los afilados, que no votantes.

Y en estas nos encontramos con unos «barones» socialistas en la España actual, que también discrepan en cuestiones relevantes de la dirección del partido, pero a los que se escucha solo lo justo en el ¿máximo órgano entre congresos? En algunos casos y a los que se acaba viendo silbar y mirar para arriba en otros. Los Page o Lambán han trasladado sus discrepancias con el Gobierno a los medios de comunicación, cosa legítima pero tan irrelevante en el partido como proporcional al vértigo de estos dirigentes frente a una demoscopia que castiga en sus territorios las políticas del líder nacional y, claro, en mayo hay elecciones y la decente gestión autonómica o local se puede ir al traste por un quítame allá los pactos con el separatismo. Menos hacerse un «Leguina» habrá un constante amagar y no dar para frenar fugas de votos al centro derecha y ahora me pregunto: ¿veríamos el mismo rasgado de vestiduras el día después del 29 de mayo?