Isabel Preysler

Isabel y Mario

Que Don Mario conozca todos los secretos de la novela de Flaubert no significa que la haya vivido, tal vez ni olido

Ya no hay quien escriba buenas historias de amor. Ni Mario Vargas Llosa encontró un buen epitafio para la suya, ese ir y venir de la literatura a los asuntos de la pichula. Con qué desdén menciona el maestro Mario el asunto, lo que suele ser de tanto usarla o de no sentirla desde hace tiempo, que es la mayor nostalgia del hombre, y de la mujer. Al cabo, lo que nos queda de la historia de Mario e Isabel, Isabel y Mario, tanto monta, es la de una pichula, eso sí, muy bien escrita, que es la mejor manera de hacerla falsa. No hay palabras que expresen de verdad cómo debió ser ese desencanto cuando se pasan de los ochenta. Ahora que los «uppers» son los nuevos influencer debemos tomar nota de este episodio que podría ser novela. Todo puede ser novela si hay alguien dispuesto a escribirla. Tal vez a Mario le pareció demasiado vulgar la suya, de ahí que deconstruyera la pichula, que es como hacer «nouvelle cuisine» del amor roto. Isabel ya no tiraba de la pichula, o tal vez, Mario, querido, no podía ella misma hacerte feliz. Lo contrario que la historia de Tamara, para quien eras Tito Mario. Perdona a Íñigo Onieva que no tiene talento para reconocer entre las piernas una pichula porque lo que gasta es otra cosa, y no puede llamarla de otra manera, oh, Tamara, es torpe en el lenguaje pero hábil en las artes amatorias, si no de qué lo habría perdonado.

Encontramos en la misma casa, vuelvo a ello, una historia de amor, y todas acaban en el vértice. De nuevo Madame Bovary haciendo de las suyas. Que Don Mario conozca todos los secretos de la novela de Flaubert no significa que la haya vivido, tal vez ni olido. Ha paseado por sus páginas como si fueran las de otro y nunca tuvo el aplomo de asentarse en ninguna página. Es lo que les pasa a los buenos escritores, que relatan pero no viven más que letras de mentirijillas. Tamara tiene la oportunidad de hacer real lo que quiso el Nobel. Una pichula a tiempo. Perfecta. Para algunos, y algunas, eso es el amor. Quién lo probó, lo sabe. Luego están las historias de amor.