Política

Los 47 del presidente

Es un Gobierno que solo acierta cuando rectifica, pero que al final no rectifica nunca

El número de personas inscritas en el Padrón Continuo en España asciende a algo más de 47 millones de habitantes. Es verdad que Sánchez, a diferencia de todos sus antecesores en el cargo, nunca dijo que gobernaría para todos los españoles, ni siquiera lo incluyó como fórmula retórica en sus sucesivos discursos de moción de censura, celebración electoral o debate de investidura. Y aunque siempre dejó claro que sólo lo haría para los que le habían votado o los que le apoyasen, resulta excesivo que al final haya gobernado para apenas 47 españoles, cifra que incluye a sus 23 ministros, los cuatro diputados de Bildu y todos los acusados o condenados por el intento golpista que tuvo lugar en Cataluña en el año 2017. Con la entrada en vigor de la reforma penal impulsada por el Gobierno, que le ha sido exigida por el independentismo, pulverizando el delito de sedición y rebajando a la carta la malversación, se culmina la amnistía y rehabilitación de los socios preferentes del sanchismo, porque se convierten por fin en totales los indultos que empezaron siendo parciales. Se cumplirá, por fin, una promesa de Pedro Sánchez, que dijo que él traería a Puigdemont a España. La salvedad es que no avisó a nadie de que lo haría a través de una pasarela puesta desde La Moncloa. La reforma, como estamos viendo ya, tiene una segunda derivada, porque se abre la posibilidad de una rebaja masiva de penas a corruptos castigados por malversación, empezando por un caso que afecta al propio PSOE, como es el de Acuamed, cuyas peticiones la Fiscalía Anticorrupción está revisando, y al que siguen y seguirán muchos más, para desgracia de una sociedad que, ante todo, demanda honradez, se debe recordar que malversar no es construir malos versos. Y eso por no sumar a esos otros beneficiarios a título lucrativo del sanchismo, el centenar y medio de agresores sexuales que han visto reducidas sus condenas por la peligrosa mezcla de torpeza y prepotencia de un Gobierno que solo acierta cuando rectifica, pero que al final no rectifica nunca. Un asunto grave que a la secretaria de Estado de Igualdad (¿igual da?) no le impide burlarse a carcajadas de algo que ofende a la dignidad de todos, demostrando la falta de escrúpulos de un Gobierno que al final resulta que no tiene sensibilidad hacia el temor y el dolor de centenares de mujeres. Es la dramática guinda penal de un Gobierno que desmonta las leyes que nos protegen a todos mientras criminaliza las ideas y a los partidos que se le oponen. El colmo de un presidente que, como hizo Sánchez hace pocos días, a propósito del golpe de Brasilia, se refirió al “uso sistemático de la mentira” como arma política. Y lo dice alguien que se mueve fenomenal en el terreno de la insinceridad, que se ha convertido finalmente en la marioneta del peor separatismo, que se ha aliado con los autores de una grave insurrección, a los que está dejando que le dicten las leyes que hay que aprobar y hasta las declaraciones que tiene que hacer. Mantener una peligrosa relación de dependencia con todos los partidos antisistema del arco parlamentario es encarnar lo más parecido en toda Europa al bolsonarismo o al trumpismo, porque el populismo y el radicalismo no entienden tanto de ideologías como de actitudes y porque ya se sabe de siempre que los extremos se tocan entre sí. Cosas que pasan cuando se gobierna para 47 personas, en lugar de para 47 millones; lo único positivo es que una gran mayoría ha tomado buena nota.