Cuartel emocional

Lo que piensa la calle

Son las gentes de a pie quienes mejor conocen lo que les cuesta vivir

Me resulta desolador el nivel de ignorancia del país, me resulta increíble que algunos no tengan conciencia de lo que está ocurriendo y vayan con el voto en la mano a depositarlo en una urna en tiempo de elecciones sin darse cuenta de que cada papeleta cuenta, de que hay que meditarla mucho antes de entregarla al albur de un recuento que puede resultar positivo hacia quienes en estos momentos de la historia nos están vapuleando económica y socialmente, quienes están convirtiendo la piel de toro en un trapo sucio que ni con Ariel va a ser posible volver la cara. Sin embargo, me consuela pensar que el pueblo llano tampoco es tan ignorante por mucho que Pedro Sánchez baje de “su” Falcon y se vaya a jugar a la petanca, sonriente, con unos jubilatas de un modesto barrio de Madrid, que le pilla cerca del aeropuerto de Torrejón, luego de gastarse unos cuantos miles en combustible, mantenimiento, pilotos y demás personal de la aeronave, que pagamos todos los contribuyentes con caras de tonto. No, tampoco es la gente tan ignorante pese a que muchos temen, tememos, que ante los próximos procesos electorales el del Falcon no va a salir muy escaldado y que, incluso, podría (¡Dios no lo quiera!) ganar sumando pactos de aquí y de allá, como viene siendo costumbre en él. Pactar con el diablo, que es lo suyo, podría mantenerlo en Moncloa cuatro años más llevando a cabo la destrucción absoluta del país. Tezanos y su costosísimo CIS así lo pronostican y a todos se nos levanta la piel de sólo ponernos en ese aterrador caso, mientras los estúpidos de VOX salen con memeces de aquí y de allá que el de Moncloa aprovecha para cargar contra sus adversarios. No es momento para propuestas que pueden dañar la evolución de un único partido, el PP, con posibilidades de echar al monstruo de su guarida. Por las redes circulan vídeos que la ciudadanía debe tener presente sin despistarse, que hablan de sus embustes, fechorías y triquiñuelas que han ido desfigurando, destruyendo y arruinando a nuestro país y a sus instituciones.

Leía yo esta mañana a un periodista de la competencia sobre sus diálogos con taxistas, verdaderamente instructivos, donde éstos ven una realidad en su día a día que otros no tienen a su alcance. En las calles de las ciudades, en sus inevitables charlas con los pasajeros, van instruyéndose de lo que ocurre porque son las gentes de a pie quienes mejor conocen lo que les cuesta vivir y los resultados de unas políticas que valen solo para unos pocos: los que se benefician de ellas. Pero esos son minoría.

En minoría estarían mejor, por cierto, mujeres como Irene Montero, que quiere que los insultos a mujeres en cargos políticos sean violencia machista. Mira por donde yo soy violenta machista, y así me honro en proclamar, como también proclamo que me alegra infinito lo de Álvarez de Toledo, quien llamó terrorista al padre de Pablo Iglesias al enorgullecerse del pasado revolucionario de su progenitor. La Justicia ha venido a darle la razón y la ha absuelto de la demanda del chepas. La aplaudo y la admiro.

CODA. Aplaudo y admiro también a Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, que dimite a sus 42 añitos luego de permanecer 5 al frente de un país que convulsionó con un ataque terrorista de un extremista islamófobo violento, con un COVID especialmente feroz y, entretanto, soltando un hijo al mundo. Mira, chica, te lo has ganado. Aquí no dimite ni el gato, ni siquiera esas mamarrachas repletas de carencias para estar al frente de un ministerio, y, mucho menos, para elaborar leyes.