Apuntes

A Ábalos no le gustan los preliminares

«Aforado y a la espera del Supremo, el ex ministro se libra de los primeros golpes de la instrucción judicial»

A un tipo con cuarenta años de experiencia en la política, es decir, que lleva cuatro décadas cobrando de lo público, no conviene subestimarlo cuando las cosas se ponen marineras. Más aún, cuando hablamos del hombre que organizó la despiadada, pero exitosa cacería judicial de los populares valencianos, con las cabezas de Francisco Camps –nueve absoluciones, nueve– y la de Rita Barberá, que ya no sufre, como principales trofeos. Intuir que José Luis Ábalos se iba a refugiar en el Grupo Mixto no era difícil, salvo para el mismo aparato del partido que él mismo ayudó a aupar, que ya se sabe que los dioses siempre ciegan a los que quieren perder. Y en estos asuntos de las corrupciones, con el panorama de unos medios de comunicación digitales absolutamente sobredimensionado y centenares de periodistas a la búsqueda de un titular que destaque sobre los demás, que «dé pinchazos» y suba las audiencias, lo importante es quitarse de la primera línea de tiro, porque es en los preliminares, –Ábalos, insisto, lo sabe bien–, cuando te cae encima la condena irreversible de los telediarios y las portadas de los periódicos.

No se trata de defender honorabilidades que ni me van ni me vienen, pero sí reconocer que el protagonista ha actuado de la única manera posible, una vez que fue consciente de que la investigación judicial llevaba en marcha varios meses, que el juez había autorizado decenas de pinchazos telefónicos y seguimientos policiales de los sospechosos y, sobre todo, que conociendo el alma humana Su Señoría iba a alargar el procedimiento, poniendo mucho cuidado en no tropezar antes de tiempo con un aforado, para no tener que remitir el procedimiento al Tribunal Supremo sin haberle puesto un bonito lazo rojo al paquete. La cuestión, pues, era no caer en manos de cualquiera de esos fiscales entusiastas, sino entrar en el campo de acción del Supremo. Y es lo que ha hecho Ábalos, pasando por encima del partido y de Sánchez. Cuando la izquierda radical aspiraba a tocar el cielo, sueños húmedos que siempre acaban igual, blasonaban de que iban a terminar con el privilegio de los aforamientos. Pero llegaron al Gobierno, les cayeron las primeras denuncias prospectivas y ellos, que nunca habían respetado la presunción de inocencia del contrario, aceptaron la realidad.