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Aquí estamos de paso

Afrenta sobre afrenta

El Gobierno se desentiende de la regeneración de la bahía de Portmán

Recuerdo perfectamente la imagen del valor y el compromiso medioambiental de dos jóvenes activistas de Greenpeace, Zoa Jiménez y María Teresa Pérez, encadenadas a la boca de la tubería que vertía sin cesar residuos químicos minerales a la bahía de Portmán. Las fotos de Lorette Dorreboom, que dieron la vuelta al mundo, aún son para muchos el símbolo del coraje y la lucha frente a la degradación medioambiental. Se la jugaron. Apostó la organización ecologista y ganó. Lo recordó hace algún tiempo Jorge Martínez en su documental «Portmán. Punto y seguido». Pocos años después de aquella acción se detuvo por fin el mayor atentado medioambiental que ha vivido la costa Mediterránea. La hermosa bahía de Portmán, uno de los más poderosos Portus Magnus del Mediterráneo Romano no aguantó 34 años de vertido incesante y terminó desapareciendo. El material de desecho había devorado su lecho hasta borrarlo completamente. Los cálculos elevan a sesenta millones de toneladas la cantidad de material tóxico.

Durante años los vecinos de Portmán y toda la Sierra Minera de La Unión, cuna y albergue del más internacional de los Festivales Flamencos, herencia luminosa de los años mineros, tuvieron la esperanza de que el Estado que había permitido aquella infamia compensara el crimen de la única forma en que una idea cabal de justicia habría de permitirlo, y era regenerando la bahía, extrayendo la mayor cantidad posible de residuos para que el mar recuperara su sitio. La propia ex ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, firmó la viabilidad del proyecto antes de ocupar cartera ministerial. De acuerdo todas las administraciones, en el año 2006 se alcanzó un compromiso de regeneración y en 2011 se diseñó el plan firmado por Ribera. Según él, se retrasaría la línea de costa unos 250 metros y se revegetaría la zona alrededor. En la bahía hay más de 35 millones de metros cúbicos de sedimentos muy contaminados que deben permanecer enterrados, pero el dragado que proponía el plan garantizaba que no accedieran a la superficie y al mismo tiempo permitía la entrada de la lámina de agua hasta casi su playa original. Ahora el gobierno, al amparo de un informe del Centro de Experimentación en Obras Públicas, CEDEX, ha decidido que no habrá regeneración y que la solución final será enterrar definitivamente la bahía. Sostiene que es la mejor solución desde el punto de vista medioambiental.

Hay informes previos que defienden lo contrario. Pero han decidido cerrar ya el tema optando por la solución más confortable. La menos complicada. La más injusta. Portmán, La Unión, su gente no se merece esto. Es una puñalada sobre su esperanza, un doble asesinato de la bahía y sus posibilidades. Otra muerte tras aquella primera de vertidos criminales. Aquella ignominia ante la que España cerró los ojos hasta que se los abrieron Zoe y Maria Teresa, no merece ser despachada con un arreglo de superficie, dos arbolitos y un lago azul donde antes se refugiaban las flotas y se trasladaba el mineral al mundo entero. Portmán debe ser resarcida, servirse de la tecnología para acercarse de nuevo a lo que un día fue. Enterrar la bahía no es acabar con el problema, sino volver a degradar a un pueblo que ya fue degradado durante años y merece de verdad que se le pague la deuda. Una afrenta que no parecen dispuestos a aceptar mientras técnicamente no se diga la última palabra. Y esta del Ministerio no puede serlo.