Apuntes

Alguien no dice la verdad, señora ministra

Montero, que afirma que no habrá clientelismo político con Cataluña, ni con nadie, que es, exactamente, lo contrario de lo que ha venido haciendo el gobierno

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha debido experimentar una epifanía y le ha dicho a las comunidades autónomas que no habrá una financiación a la carta para Cataluña ni un «modelo singular», como figura en la letra del pacto de investidura entre su señorito, Pedro Sánchez, político y escritor, y el ex presidente de la Generalitat –al que no hace ni media hora conocíamos como el fugado de Waterloo– Carles Puigdemont. Tal vez, por eso no acudió a la reunión del Consejo Fiscal la consejera del ramo catalana, Natàlia Mas, que estaba convencida de que se había firmado un pacto bilateral entre el Gobierno central y Cataluña, que prevé una financiación del cien por cien de las necesidades presupuestarias del Principado y la cesión del cien por cien de la tributación.

Uno, en el papel de Mas, estaría muy preocupado porque, evidentemente, alguien miente y según nos ha contado Juan Alfonso Ruiz-Molina, el consejero de Castilla-La Mancha –esa región gobernada por el Cid del socialismo, el de al destierro con once de los suyos–, la ministra ha dicho lo que ha dicho y para él no hay discusión posible porque, y no se rían, «creo en la seriedad del Gobierno». En el fondo, la cuestión del reparto carece de importancia. Los que pagan impuestos, trabajadores y empresarios, son los mismos de siempre, residan donde residan, y el grueso de los ingresos se lo comen las Pensiones, la Sanidad y la Educación, con lo que no conviene encarnizarse en si alguna autonomía tiene que reducir la financiación de alguna subdirección general de Danza, y que no se molesten los bailarines, que sabemos de lo que estamos hablando.

Pero a lo que íbamos, a la epifanía de la ministra Montero, que afirma que no habrá clientelismo político con Cataluña, ni con nadie, que es, exactamente, lo contrario de lo que ha venido haciendo el gobierno del que forma parte desde que Sánchez, el político, humorista y escritor, no consigue ni a tiros una mayoría suficiente para gobernar en solitario. Porque la alternativa, terrible, es que la ministra Montero no haya dicho la verdad o que, astuta ella, pretenda colársela a los castellanomanchegos –lo de Madrid va de abono– a través de una ley de financiación autonómica que, tachán, tachán, tendría que aprobarse en el Parlamento con los votos de los nacionalistas catalanes de Junts y ERC, en un bucle diabólico de exquisita factura ya que, como recuerda Pere Aragonés, «Sánchez ha sido presidente gracias a los votos de los partidos independentistas, y esto nos da una gran fuerza y responsabilidad democrática». Suena a cobro.