Big Data
Los alimentos se encarecen mientras la inflación se «come» el sueldo
La pérdida real de poder adquisitivo de los trabajadores españoles ha sido del 14,2%
La queja general de la población española es que hacer la compra cada día es más caro y los salarios cada vez se ven más cortos, por lo que hay que gastar menos comprando productos más baratos o de peor calidad, e incluso renunciar a muchos de ellos. La inflación interanual del IPC –que mide el incremento de los precios de bienes y servicios a lo largo de un periodo de tiempo– facilitada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) nos indica que, en el periodo de febrero de 2022 a febrero de 2023, los precios subieron en su conjunto un 6,0 por ciento. Pero los alimentos lo hicieron en un 16,6 por ciento. Prácticamente el triple.
Adecco Group publicaba esta semana un estudio en el que calcula el deterioro del poder adquisitivo de los trabajadores españoles. Tomando como base la nómina media mensual al cierre de 2021, que era de 1.751,00 euros, un asalariado podría adquirir al finalizar 2022, con los 1.823,00 euros de sueldo medio, el equivalente a 1.520,00 euros de 2021. Por lo que el poder adquisitivo real de los sueldos ha quedado reducido en el plazo de un año al 86,8 por ciento. La pérdida real de poder adquisitivo de los trabajadores españoles ha sido del 14,2 por ciento. Pese a haber un aumento medio de sueldos del 4,1 por ciento.
Los precios de los alimentos y la energía se mantienen en niveles altos históricos. La producción de alimentos es muy sensible a la inflación y a las crisis internacionales que afectan a países productores; en el informe de Adecco Group se cita que el propio Ministerio de Agricultura reconoce que en España el 70 por ciento del precio de alimentos viene condicionado por los costes de la energía, fertilizantes y piensos. El precio de esta triada no ha dejado de crecer. Los piensos se han encarecido desde 2019 nada menos que en un 83 por ciento. Los fertilizantes han triplicado su precio y la electricidad ha llegado a precios inimaginables; 300 euros el megavatio-hora, y el barril de petróleo Brent, el de referencia en Europa, ha escalado a los 120 euros el barril.
Ante esta situación, desde el Gobierno se han tomado medidas que no han surtido el efecto que se buscaba, por ir encaminadas a subvencionar de forma general el precio de los combustibles y más adelante, una reducción del IVA de ciertos alimentos, en una búsqueda de mantener los ingresos por impuestos, que el año pasado se incrementaron en un 19 por ciento, con una recaudación récord con 31.500 millones extra. Mientras, como las medidas de contención de la inflación no son efectivas (porque se busca mantener la recaudación vía impuestos) desde el socio más a la izquierda, se proponen viejas medidas de control de precios que ya han fracasado una y otra vez. Limitar el precio de los alimentos supondría condenar al sector al abandono de las explotaciones, al despido de miles de empleados de la cadena de distribución, a la quiebra de los pequeños, medianos y grandes cadenas de supermercados. Lo explicaba esta semana muy claramente Juan Roig, el presidente de los supermercados Mercadona: «Hemos subido los precios una burrada, pero no hacerlo habría sido un desastre».
En la vertiente política hay que esperar un severo castigo electoral a los partidos en el Gobierno en la próxima cita electoral, el deterioro súbito de las condiciones de vida de los ciudadanos es un factor determinante en los cambios políticos en Occidente. El ciudadano no entiende si el responsable es la meteorología, Putin, o la inflación. Pero tiene la certeza de que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, está al mando. El ciudadano sabe que hace un año llegaba a fin de mes, ahora, o no lo hace o debe empeorar la calidad de su alimentación.
El informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, más conocida como la FAO, recoge las estadísticas mundiales del encarecimiento de los alimentos. Tras seis años (2015/2020) consecutivos de precios contenidos, incluso por debajo de los registrados en 2014, se ha registrado una escalada a nivel planetario que ha alcanzado un 126 por ciento en 2021 y del 144 por ciento en el pasado año 2022.
La crisis alimentaria es a escala mundial, pero con diferentes consecuencias; en Occidente la repercusión es de carestía de la cesta de la compra, mientras que en el tercer mundo el riesgo cierto es de hambrunas y de alto riesgo bélico entre países vecinos por las disputas de recursos cada vez más escasos y caros.
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