La situación

La amnistía salvadora

«Que en Moncloa consideren que la amnistía va a calmar las aguas turbulentas para el Gobierno, es una ensoñación»

Durante estos casi seis años de gobierno de Pedro Sánchez, el eficiente equipo de asesores de comunicación que rodea al presidente ha sido una máquina casi perfecta de gestionar los problemas de opinión pública. Y ha sabido sobrevivir a todos con una admirable suficiencia. Sin embargo, hay momentos en los que las circunstancias adversas se acumulan en los despachos de Moncloa y no hay bomberos suficientes para apagar todos los incendios que se producen de forma casi simultánea.

Desde que Sánchez fue investido el pasado mes de noviembre, el presidente ha ocupado su tiempo en todo tipo de tareas destinadas a sostenerse en el cargo, pero no a gobernar. Hasta el momento, Sánchez preside, pero no gobierna porque no puede. Su objetivo es hacerlo a partir de mañana, si consigue que el Congreso apoye su ansiada ley de amnistía. Y eso ocurrirá si, y solo si, Puigdemont da el visto bueno.

Esta ley, que a esta hora es solo un deseo de Moncloa, ha opacado cualquier iniciativa que el Gobierno haya podido tener en los meses que llevamos de legislatura, lo que, de facto, ha hecho que la legislatura no se haya iniciado realmente llegados al mes de marzo. Y febrero no ha sido provechoso para el presidente, porque a la amnistía se sumó el destrozo electoral del PSOE en las elecciones gallegas de hace solo 17 días, aunque, con todo lo que pasa en España, parezca que se celebraron hace 17 años. Y eso ha sido así, porque después de Galicia llegó el caso Koldo, arrasando con los titulares en todos los medios de comunicación.

Y eso no ha terminado todavía, cuando llegamos a lo que puede ser el desenlace final del gran asunto con el que Pedro Sánchez ha querido sostenerse en el poder: la amnistía. Que en Moncloa consideren que la amnistía va a calmar las aguas turbulentas para el Gobierno, es una ensoñación. Podrá asegurar los votos que necesita para conformar una mayoría en el Congreso. Pero la sensación de debilidad que ofrece el Gobierno será indisimulable. Y pocas cosas son más dañinas para quien está en el poder que parecer débil.