Sin Perdón

Los amos del mundo

«La impopularidad del G7 y sus aliados es algo que no quieren asumir, aunque lo saben perfectamente»

Hace unos días se reunió el G7 en Hiroshima. Al ver la foto de familia me vino a la memoria las potencias coloniales de la Edad Contemporánea. Los amos del mundo se sentaban en la mesa. Era otra de las muchas conferencias que sirvieron en el pasado para repartirse sus respectivas áreas de influencia. Japón, Italia y Alemania que fueron aliados en la Segunda Guerra Mundial contra Gran Bretaña, Francia, Canadá y Estados Unidos. Es bueno recordar que el conflicto comenzó realmente en Extremo Oriente con la brutal invasión japonesa de China. A la hora de analizar la actual situación política y las sonrisas de los socios del G7 es bueno recordar el pasado. Incluso es muy interesante que el encuentro se celebrara en Hiroshima, símbolo con Nagasaki, del horror que representa el arma nuclear y el aspecto disuasorio que ha tenido desde entonces. Los países más ricos del mundo se reunieron para imponer nuevas sanciones y adoptar decisiones que afectan al resto del planeta. No me olvido de la presencia de la Unión Europea representada por Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión, y Charles Michel, presidente del Consejo, que son meros figurantes porque no mandan nada.

Este tipo de reuniones no me ha gustado nunca, porque representan más al pasado que al futuro. Las antiguas colonias tienen todavía muy presente el papel que jugaron esos países en los horrores y los expolios que sufrieron. Nunca he sido revisionista, pero no se puede entender el presente sin tener en cuenta esas realidades. Al margen de que Sunak sea de origen indio, aunque de la casta de los brahmanes, todos eran blancos con la excepción del primer ministro japonés. Por cierto, los antepasados del premier británico sufrieron el implacable racismo que se impuso en la India con la dominación y el Raj, aunque es verdad que estaban acostumbrados gracias al sistema de castas. Es difícil que hubiera llegado a su cargo actual o hubiera hecho un casamiento tan ventajoso siendo un paria. Los libros que estudian los niños de las antiguas colonias recogen el profundo racismo que impregnó la actuación colonial europea en la Edad Contemporánea. Por otra parte, en Corea todavía hay mujeres que fueron utilizadas como esclavas sexuales por el ejército imperial japonés. Es algo muy difícil de olvidar. Un cálculo aproximado sitúa en 200.000 las «mujeres de consuelo» coreanas, chinas y filipinas. Los japoneses cometieron las mayores atrocidades contra los pueblos que consideraban inferiores. La responsabilidad no fue solo de los condenados en los juicios de Tokio.

Lo mismo se puede decir de lo que hizo el ejército alemán en los territorios ocupados o el brutal exterminio de judíos, aunque no consiguieron acabar con los 11 millones previstos. En total fueron 6 millones a los que hay que añadir otros grupos de consideraban inferiores como los homosexuales, las personas con minusvalías o los gitanos. Es bueno recordar que ha resultado muy cómodo circunscribir la responsabilidad en Hitler y los jerarcas nazis, así como en algunos guardias de los campos de exterminio. La Guerra Fría fue una oportunidad para pasar página a los horrores cometidos. No me olvido, por supuesto, de los italianos (es cómodo, también, hablar de fascistas) o los comunistas encabezados por la URSS. Por supuesto, Estados Unidos es una gran democracia, pero, desde su nacimiento, no ha respetado a sus vecinos y ha actuado con extraordinaria brutalidad en todo el mundo. El imperialismo estadounidense ha sido implacable como pueden certificar los pocos indios que han sobrevivido, los mejicanos o todos los países vecinos al sur de Río Grande. Es admirable en muchos sentidos, pero su política exterior, incluso cuando se esgrimía la defensa de la democracia, ha sido terrible y muchas veces criminal.

Por supuesto, me siento infinitamente más próximo a esos amos del mundo en decadencia, aunque no sean conscientes de ello, que del comunista Xi Jinping o el brutal Putin. Hay que preguntarse si ese modelo de las potencias occidentales, acompañadas por el heredero del peligroso militarismo japonés, es el formato más adecuado para atraer a los países que sufrieron un colonialismo brutal. La Historia de la Humanidad está llena de agresores y agredidos, aunque cambiando permanentemente de posición. La codicia, la avaricia, la corrupción y la violencia, entre otros muchos pecados, han sido consustanciales al hombre. Ucrania es ahora la agredida, aunque los rusos la consideraban que era la agresora de la población prorrusa. Estamos ante una guerra que es difícil de ganar tanto para Zelenski como para Putin. Nunca he compartido esa euforia de los países ricos que financian a los ucranianos con miles de millones y armamento.

La propaganda es una de las armas más poderosas en cualquier conflicto bélico. Las víctimas son las decenas de miles de ucranianos muertos y heridos, así como los soldados rusos que se ven obligados a combatir en el frente. La impopularidad del G7 y sus aliados es algo que no quieren asumir, aunque lo saben perfectamente. Detrás de las educadas sonrisas de los líderes de las antiguas colonias o incluso de los recibimientos en las reuniones multilaterales, sigue existiendo una enorme desconfianza, así como un sentimiento profundo de antipatía que se mantiene en los libros que estudian o las películas que ven. El canon creado por Hollywood se ha visto sustituido por la industria cinematográfica, en algunos casos muy importante, de esos países. Los agredidos en las películas de corte histórico no se muestran como malvados y corruptos, como hemos visto en las películas occidentales, sino al contrario mientras que los dominadores aparecen adornados con sus aspectos más negativos y depravados. Por tanto, el G7 me parece un concepto caduco y equivocado.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)