Aunque moleste
Un año perdido
El balance no puede ser peor: frentismo, frustración parlamentaria, ocupación de la justicia, censura y corrupción
Sánchez dice estar satisfecho de su primer año triunfal tras el pasado 23-J, pero el balance no puede ser peor: frentismo, frustración parlamentaria, ocupación de las instituciones, criminalización de la justicia, golpe a la división de poderes, censura y corrupción. Tantas cosas, y ninguna buena, que igual si se volviera a encontrar en la tesitura del 24 de julio, se pensaba más hasta qué punto le compensa. Vivir en La Moncloa y viajar en Falcon debe de ser bonito, pero más aún si es gracias a haber logrado una mayoría absoluta o a ganar dignamente las elecciones. Él las perdió, quedó segundo, circunstancia en la que Felipe González tiene claro lo único que se puede hacer: pasar a la oposición. Se hubiera evitado, en tal caso, el bochorno de decir blanco donde antes puso negro, asaltar la Constitución con la amnistía a Puigdemont, y quedarse sin la honra de mantener la palabra dada. Ya sabemos que en política la palabra no tiene importancia alguna. En especial para los fanáticos, los entregados a la causa y los militantes, que comulgan con ruedas de molino y aceptan cualquier cosa que la dirigencia les proclame, aunque vaya contra lo que ellos mismos piensan. Sánchez ha sobrepasado todas las líneas rojas que se pueden traspasar, buena parte de ellas en este nuevo año perdido. Ni siquiera en economía, por mucho que sus voceros nos quieran vender las bondades de un crecimiento económico que no es tal, pues se basa en aumentar ruinosamente la deuda, o en maquillar el paro con el empleo público y los fijos discontinuos, o en vendernos que vamos como un cohete, cuando en lo único en que vamos disparados es en pobreza e inflación. Siempre por culpa de otros, claro. Culpa de la pandemia, de Putin, de Netanyahu y de la ultraderecha. Todo se reduce a mentar a la ultraderecha. Que no sólo son Vox y Alvise, sino también el PP. El que no piensa como él es de ultraderecha, salvo Puigdemont, pese a ser racista, xenófobo y putinista. A Sánchez no le interesa ni el acuerdo ni el consenso, y no hace el más mínimo esfuerzo por lograrlo. Su vocación se reduce a exigir a Feijóo que apoye sus leyes, como ahora la de inmigración, pero sin acordar nada. Hay que apoyarle porque sí, porque lo dice Pedro. Y punto.
De manera que tenemos al país entero convertido al fascismo, esparciendo fango contra nuestro timonel. El problema es que esto se lo cree cada vez menos gente. Tal vez si hubiera pasado a la oposición el pasado 24 de julio, tal y como consideraba Felipe González, se hubiese evitado el grueso de los problemas que hoy le atosigan. El principal, el personal. Su esposa, su hermano, su círculo más próximo, o sea, Ábalos y Cía., investigados por presuntos delitos de corrupción. Y él mismo a declarar como testigo. No es asunto menor. Por menos pidió en su día la dimisión de Rajoy. Llegó aparentando una cruzada contra la delincuencia política, y ha acabado amnistiando a políticos delincuentes, poniendo en la calle vía Pumpido a los políticos socialistas condenados por la más escandalosa trama de compra de voluntades que se recuerda. Por tanto, suspenso de los grandes por este nuevo año perdido. Y van seis.
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