Las correcciones
El antisemitismo y el punto de no retorno
La muerte de Yaron y Sarah podría ser una oportunidad para romper la espiral de violencia
Yaron Lischinsky y Sarah Milgrim estaban a punto de comprometerse. Yaron había comprado un anillo a Sarah y tenía previsto pedirle matrimonio en Jerusalén, la próxima semana. El odio antisemita se ha cruzado en sus vidas. Yaron y Sarah fueron vilmente asesinados el miércoles por la noche por un fanático propalestino a la salida del museo judío de Washington. Los dos trabajaban en la Embajada de Israel en EE UU. «Una hermosa pareja», ha dicho de ellos el embajador israelí en Washington, Yechiel Leiter, sin terminar de asimilar lo ocurrido.
El crimen es un cruel recordatorio del aumento de la violencia antisemita, especialmente tras los atentados del 7 de octubre en Israel y la guerra de Gaza. En Europa se ha reforzado la seguridad de los centros judíos ante el temor a que se pueda reproducir episodios similares. La ejecución a quemarropa de esta joven pareja nos recuerda que no hay un lugar seguro contra el antisemitismo. Hay que reforzar la vigilancia y enfriar los discursos. Las críticas son legítimas y necesarias entre los países democráticos, pero jamás pueden cruzar la línea de la violencia.
El Partido Socialismo y Liberación (PSL), un grupo de izquierda que aboga en favor de los palestinos, ha negado tener vínculos con Elías Rodríguez, el sospechoso del tiroteo. Al parecer, el joven de 30 años de Chicago era un antiguo miembro del PSL. Rodríguez fue fotografiado en 2017 en una protesta frente a la casa del entonces alcalde de Chicago, Rahm Emanuel, judío íntimo amigo de Barack Obama, como parte del PSL. Sin embargo, desde la organización desmienten cualquier relación con el asesino. «No tenemos nada que ver con este tiroteo y no lo apoyamos», han escrito en X.
Rodríguez estaba fichado por los servicios de seguridad. A principios de este año fue interrogado por la Policía de Washington y por el FBI sin ser detenido. Este extremo arroja numerosas preguntas sobre la actuación de los servicios de seguridad y la vulnerabilidad de las comunidades judías en Estados Unidos que deberán ser atendidas.
Israel declaró la guerra a Hamás después de los atentados del 7 de octubre con el respaldo casi unánime de la comunidad internacional. Estados Unidos y Europa apoyaron solidariamente la intervención militar en Gaza como respuesta al asesinato de 1.200 personas, la mayoría civiles israelíes, y el secuestro de 250 inocentes entre los que había bebés, mujeres y ancianos. Cuando faltan cuatro meses para que se cumplan dos años de los terribles atentados que golpearon Oriente Medio, el crédito del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se acaba. Prueba de ello fue la condena expresada por Francia, Reino Unido y Canadá esta semana. Macron, Starmer y Carney criticaron la campaña israelí y exigieron un alto el fuego. Evitaron las palabras gruesas como «genocidio» y actuaron coordinados, confiados en que la unidad hace la fuerza. Netanyahu dice ser ajeno a la presión, pero no se sabe por cuánto tiempo. La paciencia del presidente estadounidense, Donald Trump, su aliado más importante, también podría agotarse. Trump ha declarado que quiere acabar con todas las guerras, también la de Gaza, y ha mostrado su complicidad con las monarquías del Golfo en una gira en la que evitó Israel a diferencia de 2016. La muerte de Yaron y Sarah no debería ser en vano y podría constituir una oportunidad para romper la espiral de violencia.