Escrito en la pared
Autodeterminación
Los jeltzales pierden poder a chorros mientras Bildu, la organización heredera del terrorismo, se prepara ya para asumir el poder con el beneplácito del PSOE
En febrero de 1990 el Parlamento Vasco celebró un debate acerca de la autodeterminación. La posición del grupo socialista la estableció bien claramente su portavoz, mi hermano Fernando, que una década más tarde fue asesinado por ETA. Dijo, para iniciar su discurso, que «nos oponemos al planteamiento mismo de la autodeterminación como derecho que deba ser proclamado», y remachó inmediatamente: «es la autodeterminación misma la que rechazamos, sea cual sea el contenido que se nos quiera proponer». Después, extendió su argumentación navegando por la doctrina de Naciones Unidas, la teoría de la libertad y la democracia que inspiraba la Constitución, la práctica autonómica derivada del Estatuto de Guernica y las exigencias de lealtad y coordinación inherentes a los sistemas federales, para concluir que «España no es sólo el Estado; es una comunidad formada en la historia, que se manifiesta como una realidad cultural, social, económica y política; […] una nación construida por los ciudadanos que la han hecho suya y de cuyo desarrollo se responsabilizan».
Al leer, pasadas ya tres décadas, ese discurso, nos damos cuenta de que buena parte de los principios que allí se enunciaban han sido arrumbados por la práctica política del partido socialista durante los últimos años, llena de concesiones al nacionalismo, que ahora, incluso, acepta revitalizar el debate autodeterminista a cambio de unos pocos votos con los que sustentar la investidura presidencial de su secretario general. Fernando Buesa no intuyó nunca que semejante deriva identitaria pudiera llegar a asentarse, pero sí entrevió lo que la insistencia en el derecho a decidir podría acabar produciendo en el segmento nacionalista del País vasco. Por eso, al finalizar su discurso, se dirigió a los del PNV para advertirles sobre su futuro. «¿Cómo pueden caer –les dijo– en la ingenuidad de pensar que trayendo al Parlamento este tema lo sacarán de la calle?; ¿creen ustedes de verdad que el apoyo que prestan a la autodeterminación no será recogido por Herri Batasuna para volver luego a la calle, a seguir sosteniendo con más fuerza la causa de ETA?». Treinta años más tarde se va perfilando la respuesta: los jeltzales pierden poder a chorros mientras Bildu, la organización heredera del terrorismo, se prepara ya para asumir el poder con el beneplácito del PSOE.
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