Al portador

El caos catalán que facilitará a Illa perpetuarse en el poder

Los que más piensan en Junts y ERC empiezan a temer que el pacto, aunque es casi imposible, se aplique de verdad

Josep Pla (1897-1981), siempre Pla, es inevitable volver sobre su obra, escribió hace casi un siglo, en 1932, que «la política catalana tiene desde hace años un aspecto caótico e interesante. Fuera del ámbito catalán esta política difícilmente se comprende. Su complejidad se debe más que nada a la acumulación de problemas». El ampurdanés describía los albores, también confusos, de la II República, con un presidente del Gobierno catalano-cordobés y sin mayoría suficiente, Alejandro Lerroux (1964-1949), «con una reiterada falta de prisa para gobernar». Más allá que de la historia se repita –y lo haga o no como farsa– es muy probable que Pla escribiera hoy lo mismo. Hay incluso quienes leen sus crónicas de aquella época y han hecho el ejercicio de sustituir los nombres de los protagonistas de entonces por los de ahora y todo parece escrito hoy mismo. Comentarios sobre el para algunos divertimento, para otros preocupación, han llegado hasta las cercanías de La Zarzuela.

Las peleas de los «indepes» entre ellos mismos –Junqueras contra Rovira, por ejemplo– y sus enemigos acérrimos –Puigdemont y compañía– y los equilibrios insólitos que realizan para que Pedro Sánchez siga en La Moncloa, pero colocado frente al abismo de forma permanente, describen el aspecto caótico de la política catalana. Por sobre la confusión el socialista Salvador Illa, tantas veces inadvertido y que quiere gobernar sin estruendo, se ha encaramado a la presidencia de la Generalitat en la que, por cierto, podría permanecer varias legislaturas, para espanto de los «indepes», incluidos los de ERC que han facilitado su acceso a la poltrona.

El independentismo catalán, al margen de sus guerras internas, que no está claro que se sustancien en los congresos de Junts y ERC, sueña con el concierto y no puede poner reparo al pacto suscrito entre los socialistas y las gentes del también partido de Gabriel Rufián, muy callado en los últimos tiempos. Puigdemont y los suyos esbozan críticas, pero se pondrían todas las medallas si lo hubieran firmado ellos. Eso sí, los que más piensan en Junts y ERC empiezan a temer que el pacto, aunque es casi imposible, se aplique de verdad. Apunta que el éxito se lo apuntaría Illa y le garantizaría seguir al frente de la Generalitat varias legislaturas. A Sánchez no le importaría, pero le puede ocurrir, como al Gobierno de la República protagonizar el «espectáculo insólito de regatear a el Estatuto –el aprobado entonces– con una estrechez mezquina cuando se trata de llevarlo a cabo», como también escribió en 1933 Pla. «Caótico e interesante».