
Biblioteca Harley-Davidson
Los casquetes polares
La mejor manera de acabar con la polarización que nos aqueja es precisamente viajar al polo opuesto y adentrarse en él para conocerlo
Llega, una vez más, un nuevo San Silvestre. En un día como hoy, es bueno recordar que las fiestas de Navidad son proclives a que tengamos conversaciones con gente a la que habitualmente no tendríamos ocasión de dirigir la palabra o con la que raramente intercambiaríamos pareceres. Suelen ser personas a las que no vemos con frecuencia y con quienes solo nos une algún lejano lazo familiar. Generalmente, estos interlocutores tienen muy poco que ver con nuestro campo de intereses personales, modo de vida o actividad profesional. El primer problema que se plantea entonces es saber de qué hablar con esas criaturas del espacio exterior con las que no tenemos nada en común. Usan un lenguaje completamente diferente al nuestro y manejan un conjunto de referencias y prejuicios absolutamente dispares al propio.
La mejor manera de resolverlo es como lo hacían los exploradores a la antigua. Inspírense, entonces, en nombres heroicos como Scott y Amundsen que viajaban hace cien años al polo para intentar saber qué había allí. Como ellos, estén también preparados para llevarse impactantes sorpresas y presenciar fenómenos que les dejen la sangre congelada en las venas (pobrecito Scott).
En lugar de cogerse una enorme rabieta porque esos extraños seres llamados los demás no tengan las mismas opiniones que nosotros, intenten una táctica diferente. Obsérvenlos con la curiosidad de un entomólogo, pero no se permitan aplastarlos de un zapatillazo. Piensen que la diferencia siempre se exacerba cuando alguien se encastilla en el orgullo del resistente, del rechazado, del incomprendido. Cuando digan algo sensato –entre un montón de cosas en las que probablemente no estaríamos de acuerdo– reconozcámoselo honradamente. Ese casquete polar que llevamos todos en la cabeza se cristaliza más que nunca con el desprecio ajeno. La mejor manera de acabar con la polarización que nos aqueja es precisamente viajar al polo opuesto y adentrarse en él para conocerlo.
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