El trípode

Una «cierta» normalidad

Lo que ahora se sabe es que mandamases del momento, muy progresistas y demócratas todos ellos, -eso sí-, sí que accedieron a una nueva normalidad: la suya personal, que se debate actualmente en el ámbito judicial.

Hoy sí que ya podemos afirmar -con el debido fundamento de causa- que volvemos a una «cierta» normalidad, tras la reincorporación de los escolares al colegio. Por supuesto no a la de siempre ni tampoco a aquella a la que pretendían hacernos acceder mediante un «Plan para la transición hacia una nueva normalidad» de 28 páginas, que el Ministerio de Sanidad hizo público el 28 de abril de 2020. Y que ahora, a la distancia de (casi) 5 años de entonces, ya conocemos algunas de las cosas que significaba esa nueva normalidad para algunos acreditados sanchistas. En concreto, tener a la gente confinada en sus casas en un virtual arresto domiciliario, mantener distancias y usar mascarillas, mientras algunos hacían sus negocios al amparo de esa situación, decidida por un comité de expertos inexistente, como luego se supo. Lo que ahora se sabe es que mandamases del momento, muy progresistas y demócratas todos ellos, -eso sí-, sí que accedieron a una nueva normalidad: la suya personal, que se debate actualmente en el ámbito judicial. Así que de alguna manera una cierta novedosa normalidad sí que la estamos viviendo en forma de procedimientos judiciales por presuntos casos de corrupción sucedidos durante aquella pandemia, y acompañados por la no menor novedad de un fiscal general del Estado que está siendo investigado por el presunto delito de utilización de información privilegiada protegida por la ley, para atacar a una política que es considerada desafecta al Gobierno. Que por supuesto le arropa como «su» fiscal general, pese a que al parecer incluso habría podido incurrir en destrucción de pruebas que le incriminarían, acreditando la comisión del delito del que se le acusa. En román paladino, nada menos que todo un fiscal general del Estado obstruyendo la acción de la Justicia y actuando como un defensor político del Gobierno. El problema social de esta normalidad es cuando la ciudadanía tiende a instalarse en su particular zona de confort que es la denominación actualizada del clásico refrán «ande yo caliente y ríase la gente», de tal forma que se desentiende de todo lo que considera que no afecta a sus intereses personales directos. Situación que cuando se generaliza a nivel de la sociedad da lugar al conocido como el «síndrome de la rana», y en el que corremos el riesgo de instalarnos plácida y aceleradamente. Por desgracia sería así en la medida en que nos acostumbremos a convivir con situaciones que son claramente incompatibles con una convivencia social no solo civilizada sino impregnada de valores éticos y morales cuando menos exigibles a nivel público.