María José Navarro
75 años
Está cumpliendo El Corte Inglés setenta y cinco años y bien bonita y chula que les ha quedado la idea de contar historias particulares con su logo al fondo. No creo que haya ni un solo español que no haya pisado alguno de sus establecimientos, qué grandes nos parecían. En Albacete, y a pesar de ser el Nueva York de La Mancha, nos tocó esperar bastantes años hasta que don Isidoro se dio cuenta de la majestuosidad de la ciudad y se decidió a tocarnos con su varita, así que mi madre y yo íbamos a Madrid de excursión al Corte Inglés. Porque ahora se va a Madrid a ver El Rey León, el Primark, o Xanadú, pero entonces se visitaba el Metro y El Corte Inglés. Y regresabas a tu pueblo y guardabas las bolsas de las compras y las sacabas en cuanto podías con cualquier motivo, o hacías un regalo y lo metías en una de ellas para que pareciera mejor. Te echabas a la calle y llevabas cara de «sí, amigas, yo he estado allí». Todo era mejor si lo comprabas en El Corte Inglés y además sabías que lo podías descambiar sin etiqueta, sin ticket y sin preguntas. Qué maravilla los dependientes, qué afortunados nos parecían. «Y tú, reina, ¿qué vas a ser de mayor? Azafata, enfermera o dependienta del Corte Inglés de la sección de cosmética». Así que llegaban las vacaciones de verano y mi madre decía «nos vamos a Alicante, que hay Corte Inglés» y te pasabas los tres primeros días sin pisar la playa porque estabas en El Corte Inglés. Y antes de irte, volvías, para conservar ese regusto fino y con clase, ese olorcito a colonia suave que te acompaña desde que entras, ese aire acondicionado, que es que no se puede tener mejor ojo para la temperatura. Y llegó a Albacete. Y empezamos a presumir. «Nos han puesto dos», les decías a los de Cuenca. Les dejo, que ya han abierto.
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