Partidos Políticos
Absoluta miseria
En los cincuenta del siglo pasado el artífice del populismo moderno o fascismo criollo, el general Perón, adoctrinaba a sus descamisados con «la única verdad es la realidad», especie de abstruso palíndromo que puede significar una cosa y la contraria. Los nuevos y decrépitos peronistas parecen confusos como «turco en la neblina» y al menos los genuinos tenían la ocurrencia de clase de ser acendrados devotos de la Virgen de Luján, pero todavía se dan politologos que no saben o no quieren distinguir las palmeras del espejismo. Un personaje de Shakespeare declamaba: «La Historia es una confusión de furia y sangre contada por un loco». Eso se asemeja en algo al relato de mentiras, posturas, pasos falsos y descaro teatrero de la inmediata política española. Hoy día no se hacen amigos estimando que la proposición del PP de una gran coalición de partidos nacionales forjada desde la primera mayoría minoritaria con una agenda corta centrada en evitar la recesión, no causar más daños sociales y recoser la secesión, es descabalgar el tigre de la crisis con una mínima seguridad. Y además podría ser un gobierno a dos años sin ministros socialistas para preservarles de la contaminación.
Pedro Sánchez no puede contemplar la invitación porque el PP es quien ha traído la corrupción siendo el PSOE paradigma de la decencia y hasta del respeto a la vida de los españoles más descarriados. Es comprensible su mohín virginal. En cualquier caso el ganador de las elecciones debería esfumarse porque Mariano Rajoy, como todo el mundo sabe y nadie ignora, es el enemigo del pueblo como aquel personaje de Ibsen al que nunca han leído.
Desde que votamos, el trío de esta farándula ha abierto tres líneas de salida política de tres guarismos y lo único que han hecho es multiplicarse por cero con el agravante de que desde el primer minuto saben que se repetirán las elecciones, lamentando este fracaso como si la culpa fuera del censo y no de sus falsedades para justificar una ausencia de horizontes siquiera a corto plazo. «¿Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?». Hay que recurrir a Cicerón. Completado este interregno de absoluta miseria se confirma como literatura el mito de las dos Españas, porque si hubiera otra todos nos habríamos ido a ella.
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