Iñaki Zaragüeta
Aires de Podemos
No fue el anuncio de la moción censura lo que más me impactó de la aparición pública de Pablo Iglesias. Tampoco asomarse rodeado de su guardia pretoriana. Ya se sabe, Irene Montero, Alberto Garzón y compañía. No, a eso ya nos tiene acostumbrados. Lo que más me embelesó fue verlos, a casi todos ellos y ellas, ataviados con las correspondientes chaquetas, «blazer» en anglicismo. ¡Qué monos! ¡qué monas! Por lo que se ve, ya piensan en el lavado de imagen si han de ocupar la Moncloa o hacerse cargo de una cartera ministerial. Las formas ya cuentan.
Me pasa lo que a mi amigo Rogelio, que con lo que más alucinó esta semana fue ver en un semanario de la prensa rosa española al Príncipe Guillermo de Inglaterra con la suela de los zapatos despegada ¡qué dirán sus paisanos! Una imagen destrozada.
Dicho esto, la iniciativa del líder de Podemos no interesa por las posibilidades de acceder a la presidencia del Gobierno ni por las de echar a Mariano Rajoy, sino por las derivaciones colaterales, especialmente para el PSOE al encontrarse en plena campaña de encontrar su identidad, de optar por una vía o por otra, de derivar hacia la socialdemocracia o hacia el radicalismo de izquierdas en una simbiosis podemita.
El desenlace se sabe. Rajoy seguirá y el tiempo dirá si Iglesias rentabiliza su apuesta para ir hacia el estrellato como Felipe González cuando la presentó contra Adolfo Suárez, o al estrellazo como Antonio Hernández Mancha cuando lo hizo contra el presidente socialista.
Por lo pronto, ha logrado lo que más le gusta, su protagonismo mediático. Parece ser que a Rajoy también, encubrir la tormenta popular. Así es la vida.
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