Lucas Haurie

Aljarafe connection

El caso de la comarca del Aljarafe, y aledaños, serviría como paradigma para el estudio de la corrupción sistémica que ha asolado España en lo que va de siglo. Zona de natural expansión urbanística de Sevilla, todo el espectro parlamentario se ha visto salpicado por diversos escándalos de corrupción: comunistas en Camas, andalucistas en Coria, socialistas en Burguillos o ahora populares en Bormujos, beneficiarios de presuntos cohechos tan cutres como un bolso de marca, regalo al parecer tan deslumbrante que resultó suficiente para subvertir el orden electoral en un ayuntamiento. Hay que ser cateta... La imputación de dos lugartenientes en la vecina Tomares de José Luis Sanz justo en plena pugna por el liderato regional será una (determinante) casualidad, o tal vez no, pero sólo en ciertos ambientes de humedad es posible encontrar manzanas podridas con las que arruinar una candidatura. Y si malo es el cáncer de los grandes partidos, no se sabe si es peor el sarampión de pequeñas formaciones locales constituidas como bisagras con la falaz denominación de «independientes» cuando a leguas apesta su dependencia del dinero de algún avispado constructor. A estos inversores les salió en su día barato el kilo de concejal y les ha reportado una rentabilidad pingüe, encima impune porque la voluntad de judicatura e instituciones para extirpar esta lacra ha sido perfectamente descriptible. No es anécdota sino categoría, ni fotograma descontextualizado sino imagen panorámica: política y corrupción han sido durante muchos años términos sinónimos. Eso es lo único que debe cambiar el nuevo tiempo.