Marta Robles
Animales y delincuentes
No sé qué dos ¿personas? se esconden tras las iniciales D.A.A. y M.R. Solo sé que se trata de dos animales, supuestamente racionales, del sexo masculino de 19 y 22 años, que son unos auténticos cerdos. Y no me refiero a los «mamíferos artiodáctilos del grupo de los suidos, de cuerpo grueso, cabeza y orejas grandes, hocico estrecho y patas cortas, que se crían especialmente para aprovechar su cuerpo en la alimentación humana», que es la primera acepción que aparece en el diccionario de la RAE, sino a que son ¿personas? sucias, groseras y ruines, acepciones que también recoge la Real Academia Española, y que se queda corta para adjetivar las «gracias» de estos dos jóvenes que mataron a 72 lechones tirándose sobre ellos y aplastándolos. La «proeza» de estos seres, que dudo mucho que pertenezcan a mi misma especie, quedó recogida en el teléfono móvil de uno de ellos que, cómplice y asesino también, disfrutó viendo cómo su amigo mataba a los animales, tal y como habían planeado. Hace mucho que advierto que la historia nos juzgará por maltratar a los animales. Entiendo que los utilicemos para comer e incluso para vestir. Y por supuesto, también que haya granjas para su crianza. Si los leones tuvieran cabeza para ello, harían lo mismo con las cebras y estas cultivarían sus propios pastos. Lo que no está bien, lo que es bochornoso para todos nosotros es que, ya que tenemos inteligencia para eso, no procuremos, además, hacer su vida feliz en esos lugares y les evitemos el sufrimiento. Que además haya quien mate por diversión o por crueldad a un animal, sencillamente lo convierte, además de en otro de peor especie, en un delincuente, como es el caso.
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